Alicia regresa al país de las maravillas como icono cultural y heroína surrealista
Caixaforum Barcelona rastrea el impacto e influencia de la obra de Lewis Carroll en una exposición producida por el Victoria & Albert Museum de Londres
Matemáticas y física se encuentran en 'Espejos, dentro y fuera de la realidad'

Alicia tuvo que caer en la madriguera, cruzar el espejo y jugarse la cabeza y la cordura mientras la Reina Roja exigía lo primero y el Sombrerero Loco, evocación de aquellos tiempos aún más dementes en los que los psiquiátricos victorianos eran atracciones públicas, ponía ... a prueba lo segundo, pero nosotros, simples mortales, solo tenemos que subir a Montjuïc y atravesar las puertas de Caixaforum para cambiar de mundo y, alehop, emerger en el país de las maravillas. Un universo en permanente expansión en el que habitan la Oruga Azul, el Gato de Cheshire y el Conejo Blanco, sí, pero también Walt Disney, Leonora Carrington y Salvador Dalí. Genios surrealistas, visionarios psicodélicos y creadores inquietos, hermanados en el culto y reverencia a la más célebre creación de Lewis Carroll.
«Su influencia es comparable a Shakespeare, a la Biblia», celebra Kate Bailey, comisaría de Teatro y Performance del Victoria & Albert y portavoz del museo londinense en el estreno en España de 'Los mundos de Alicia. Soñar en el país de las maravillas', exposición que sigue los pasos Alicia a través de las décadas y explora su impacto cultural y social. A un lado, los diseños del vestuario de la (hada) madrina del punk Viviane Westwood. Al otro, la sopa falsa de tortuga del diseñador Dave McKean. Y entremedias, haciendo el camino al andar, todo un mundo de ramificaciones cinematográficas y artísticas, de adaptaciones teatrales y conexiones musicales que se nutren de las colecciones del V&A para reivindicar a la joven Alicia como «heroína moderna y rebelde empujada por la curiosidad y el desafío a la lógica».

Una caída, un viaje y un despertar que, apunta Bailey, permite preguntarse por qué 'Alicia en el país de las maravillas' y su secuela 'A través del espejo y lo que Alicia encontró allí' han tenido un «impacto tan duradero». «Es un referente transgeneracional de fantasía y curiosidad con ideas filosóficas que son muy relevantes hoy en día. Las mentes creativas siguen buscando inspiración en ella», explica la comisaria. «¿Alguna vez te has encontrado sin saber qué camino seguir y descubrir que en realidad da igual?», pregunta desde el más allá un trasunto de Alicia a la hora de despedir una muestra que, fiesta en la madriguera y merienda de locos, reúne más de 300 objetos entre manuscritos, óleos, ilustraciones, bocetos, carteles, diseños de vestuario y fragmentos audiovisuales.
Aventuras psicotrópicas
Así que suena 'White Rabbit' de Jefferson Airplane, diseños a todo color de Colleen Atwood para la película de Tim Burton saludan desde las paredes, y Alicia va cobrando forma entre naipes de tamaño descomunal, teteras victorianas y escenografías como recién salidas de los sueños en technicolor de Charles Lutwidge Dodgson, pseudónimo de Lewis Carroll y decano del Christ Church de Oxford que se sacó de la chistera las aventuras psicotrópicas de una cría muerta de aburrimiento. La historia, ya saben, cuenta que el también insigne matemático volcó en papel 'Las aventuras de Alicia bajo tierra' uno de los cuentos que acostumbraba a inventarse para entretener paseos y excursiones.

Nada se dice de la extraña relación, por decirlo de algún modo, que el escritor mantuvo con la Alicia real que que inspiró el cuento (tampoco, cosa rara, de cómo 'Matrix' se construyó como espejo pesadillesco y retrofuturista del libro original), pero 'Los mundos de Alicia. Soñar en el país de las maravillas' sí que toma impulso desde su lugar y momento y nacimiento, un barcaza en el Támesis en 1862, para trazar un mapa que conecte a los hermanos Dalziel, superestrellas del grabado victoriano, con los vestidos de Ágatha Ruiz de la Prada. Más de un siglo y medio de invención y reinvención, de iconografía expandida y fantasía sin filtro, que se explica a través de delicias como los dibujos que el propio Carroll realizó para ilustrar el primer manuscrito, fragmentos de la primera adaptación cinematográfica, una película muda de 1903, o planchas del libro ilustrado que firmó Salvador Dalí en 1969.
Surrealismo y libertad
La conexión surrealista, con Max Ernst, Dorothea Tanning y Leonora Carrington explorando desde el lienzo el inconsciente, las puertas a otros mundos y el diálogo entre lo real y lo onírico, es uno de los bastiones de la exposición. En una carta, la británica Eileen Agar define a Carroll como «misterioso maestro del tiempo y la imaginación y heraldo del surrealismo y la libertad». A su lado, Ernst encierra a Alicia en una roca y Carrington la convierte en «arquetipo de la mujer niña para las artistas mujeres». «Todo el mundo tiene el poder de acompañar a una Alicia cada vez más bonita al país de las maravillas», desliza Breton en 'El surrealismo y la pintura'.
En la otra orilla, la de psicodelia de los años sesenta y el culto a la expansión de la percepción, John Lennon, picotea del imaginario 'carrolliano' para componer 'I Am the Walrus' y 'Lucy In The Sky With Diamonds'; Yayoi Kusama transforma a Alicia en icono contracultural durante un 'happening' en Central Park; y Genesis la reinventa desde la cubierta de su disco 'Nursery Cryme'.
Antes de eso, mediado el siglo XX, el cine ya se había encargado de amplificar los mundos de Alicia y multiplicar su impacto. En 1931 y 1933, Bud Pollard y Norman Z. McLeod firmaron los primeros intentos más o menos ambicioso de llevarla a la gran pantalla, pero tuvo que llega la todopoderosa Disney para que la cosa cuajara. La primera idea, con loco guión de Aldous Huxley y dibujos de Salvador Dalí, naufragó pronto, pero la Alicia a todo color que llegó en 1951 acabaría fijando el canon estético del personaje del que beberían, entre otros, Tim Burton.

El teatro, con incontables adaptaciones escénicas y vestuarios futuristas como los que se han podido ver en el National Theatre y la Roya Opera House de Londres en los últimos años, también ha sido aliado de lujo de un fenómeno cultural que lo mismo sirve para ejercitar la sátira política, revolucionar la moda japonesa o dar empaque conceptual a un disco como 'Stillnes In Wonderland', de la rapera londinense Little Simz.
Y es que Alicia, leemos, es el personaje idóneo para «cuestionar la identidad e impulsar la reinvención». También, como apunta la historiadora Megan S. Lloyd, un modelo de heroína a imitar. «A diferencia de otras protagonistas de cuentos de hadas, no necesita madrina, ni cazador ni hada buena, sino solo su sensatez e ingenio para navegar por el país de las maravillas». «Todo el mundo puedo ser Alicia, podemos aprender de ella«, resume la comisaria de la exposición. Para subrayar la idea, la exposición se despide no con una sonrisa, sino trazando un agridulce paralelismo entre las aventuras interdimensionales de la joven Alicia y la odisea de Mohammed, un niño sirio exiliado durante la guerra.
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