Los Cavia, unos premios contra los falsarios y depredadores de la memoria
Andrés Trapiello e Inés Artajo hablaron alto y claro contra quienes intentan reescribir los hechos. La Ley de Memoria Democrática y el próximo debate del estado de la nación, entre otros asuntos más mundanos, pasaron de boca en boca en los corrillos

No hay pandemia que retrase su entrega. Ni siquiera un virus como el populismo es capaz de dar de baja a la verdad y a quienes perseveran en su vocación de contarla. Los Premios Internacionales de Periodismo de ABC han celebrado su 102ª edición apenas unos días después de que el PSOE, con el apoyo del PNV y Bildu, aprobara una Ley de Memoria Democrática cuya naturaleza claudicante despierta preocupación. Es posible poner límite al gas, pero no a la historia y eso se ha notado en las conversaciones de esta ceremonia. El manoseo de los hechos al que son aficionados los gobiernos débiles fue el gran tema. No quedó fuera de ningún discurso.
A los galardonados de estos Cavia nadie puede darles lecciones al respecto: ni al escritor Andrés Trapiello, premio Mariano de Cavia, que ha dedicado su obra entera a un pasado que no termina de cerrarse; ni a la periodista Inés Artajo, premio Luca de Tena, quien durante 43 años ha realizado un periodismo independiente y combativo desde la redacción del Diario de Navarra, ni mucho menos al fotoperiodista Emilio Morenatti, que al momento de recibir la llamada del jurado que le concedió el Premio Mingote, acababa de fotografiar en Ucrania a una niña de nueve años, la edad de su hija, y «que lloraba sobre la tumba de sus abuelos, que murieron calcinados en su propia casa incendiada por un bombardeo ruso». Esa verdad no se corrige ni se blanquea. Se publica.
Pasando lista
Este ha sido el centésimo segundo premio Cavia y el segundo de Julián Quirós como director de ABC. Reunidos durante la copa de Marqués de Riscal previa a la cena, los invitados dedicaron elogios a la labor de Quirós, cuya presencia ha renovado la tradición moderna de una cabecera cuyos premios siempre han premiado al periodismo de vanguardia: desde Octavio Paz o Camilo José Cela hasta Rafael Sánchez Ferlosio y más recientemente Arturo Pérez-Reverte, Javier Cercas y ahora Andrés Trapiello. «Estos son unos Cavias brillantes, merecidos y necesarios», comentaron escritores y columnistas convocados al ágape.
A las nueve menos cuarto, a la sede de Vocento ya habían llegado políticos del PP como Cuca Gamarra, que no paró de contestar a quienes le preguntaban qué haría en el próximo debate del estado de la nación, y un sonriente Esteban González Pons, que anunció la próxima publicación de su novela en otoño. También acudieron Andrea Levy y el alcalde José Luis Martínez-Almeida, quien no perdió la ocasión para predicar de colchonero y glosar, entre risas, su zasca a Courtois durante la visita de los merengues al Ayuntamiento para celebrar la Champions. Más ocupada en hablar de los asuntos que le atañen en la consejería de Cultura y Turismo de Madrid, Marta Rivera asistió, junto a los consejeros de Medio Ambiente y Educación, en representación de la Comunidad.
Excepto la ministra portavoz Isabel Rodríguez, ningún político del PSOE se dejó ver en los Cavia. Aunque podría incluirse al exdiputado Antonio Miguel Carmona como cuota socialista, su labor como vicepresidente de Iberdrola lo situó más entre los empresarios que entre los militantes. Cayetana Álvarez de Toledo, que llegó junto a Andrés Trapiello y su mujer Miriam Moreno Aguirre, saludó con cortesía a José María Aznar. El expresidente de gobierno, que cruzó con la diputada unas palabras, no se quitó la mascarilla en toda la noche, salvo para comer el menú creado por Ramón Freixa para la gala de los premios.
El partido Ciudadanos en pleno hizo acto de presencia en los Cavia. Siendo apenas dos, ocuparon poco espacio, pero se emplearon a fondo en amortizarlo. Con pendientes floreados, ella, y de esmoquin, él: Inés Arrimadas y Edmundo Bal se pasearon de invitado en invitado. No se cruzaron jamás con Juan Carlos Girauta, uno de los primeros en llegar a la ceremonia. Arrimada y Bal dedicaron algunas palabras a sus rivales en las elecciones andaluzas, entre ellos a la candidata de Vox, Macarena Olona. No basta ponerse rosa en la cabeza para ejercer de andaluza, dijo Arrimadas presumiendo de un acento jerezano que retumbó hasta la redacción.
Capítulo aparte merece la ministra Portavoz, Isabel Rodríguez. Se presentó celosamente acompañada por su jefa de gabinete. Vestida con un modelo rosa chicle, avanzó sonriente, aunque tensa, como un satélite del Rey, con quien compartió cena en la mesa presidencial.
Prensa sin descanso
Ignacio Ybarra, presidente de Vocento, y el director Julián Quirós ejercieron de anfitriones en una gala de más de 150 invitados, presidida por Felipe VI, quien correspondió a los saludos y participó en algunas conversaciones animadas, como la que sostuvo con la directora de la Academia de la Historia, Carmen Iglesias, o con el escritor y columnista Pedro García Cuartango. Quienes esperaban la aparición de Doña Letizia—poco probable ya que había dado positivo en Covid el pasado martes— vieron su gozo en un pozo al constatar que el Rey había llegado solo.
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Al momento de leer su discurso, Felipe VI se disculpó en su nombre. «A la Reina y a mí nos alegra siempre volver a esta casa y acompañaros en una nueva edición. Pero esta noche, por desgracia —como sabéis—, ella no puede estar aquí con nosotros», dijo para dar inicio a una intervención cuya mayor atención se concentró en la importancia de la prensa en el mundo contemporáneo. En «una actualidad sin descanso, hace falta un periodismo sin descanso».
Al Rey lo escuchaban empresarios, políticos, escritores y, sobre todo, gente del oficio: Ángel Expósito, director de 'La linterna' de Cope; la directora de 'El País', Pepa Bueno; Joaquín Manso, que presumió de su nueva jefatura de 'El Mundo', también Marcelino Gutiérrez, de 'El Comercio'; Jordi Juan Jurado, de 'La Vanguardia' o Miguel Ángel Riezu Boj, del 'Diario de Navarra'. Asistieron ex directores de medios como Francisco Rosell; columnistas destacados como Isabel San Sebastián o Ignacio Camacho, y los noveles, que fue el caso de José Peláez y María José Solano. Ante ese auditorio, Felipe VI insistió en la idea central de su intervención: «Las democracias precisan un periodismo libre».
En ocasión de la fotografía de la casa sepultada en La Palma durante la erupción del volcán Cumbre Vieja que le valió a Emilio Morenatti el premio Mingote, Ignacio Ybarra tejió en su discurso una visión humana, incluso compasiva, para iluminar la labor de los medios. «En un año en el que empezábamos a superar la pandemia, a tan altísimo coste, hemos asistido a la terrible erupción de un volcán en la isla de La Palma y después al estallido de una guerra tras la invasión rusa de Ucrania. Crónicas del horror, historias conmovedoras que hemos tenido que contar, reportajes e imágenes de sufrimiento humano que se suceden ante nuestros ojos».
Verdad, valor y memoria
Para palabras las de Andrés Trapiello e Inés Artajo. Sin catecismos ni militancia, sin ninguna obcecación salvo la que pudo llevarlos a ejercer con honestidad su vocación, Trapiello y Artajo pronunciaron discursos fibrosos, hechos de frases firmes y duraderas. Todo cuanto dijeron estuvo atornillado a la idea de la verdad. A juzgar por la cantidad de personas que abordaron al escritor y a la periodista, resulta evidente de que consiguieron avivar el compromiso con la prensa y la palabra escrita.
Valiéndose de esa tercera España que Manuel Chaves Nogales, uno de los primeros premiados con el Cavia, describió en el prólogo de 'A sangre y fuego', Trapiello dejó claro que no hace falta cavar zanjas dentro zanjas. Su discurso, elegante y sobrio, dirigido a criticar la Ley de Memoria Democrática, se incorporó como una página más a la amplia obra que ha dedicado q desentrañar el uso político de los hechos y el maquillaje ideológico de la historia. El leonés citó al escritor que rescató del olvido en su libro 'Las armas y las letras', para aclarar cuál es el peligro que tienen quienes pretenden reescribir la historia, o ya directamente inventarla: «Él sabía que si la primera víctima de una guerra es la verdad, el principal enemigo de la verdad es la ficción, principalmente esa de recordar por otro o de recordar lo nunca sucedido».
Inés Artajo conmovió. Sus 43 años en el 'Diario de Navarra', y los 16 que ejerció como directora, dan para blasonar valor y coraje. Todavía más cuando uno de los directores de la cabecera donde lleva media vida trabajando, José Javier Uranga, recibió 29 disparos durante los peores años de ETA. «Soy una periodista de provincias. Sé perfectamente que el premio no es solo para mí sino para los cientos, los miles de redactores, que hacemos prensa regional, más allá de las mugas de Madrid (…) Pero hay algo en lo que no voy a hacer distingos entre cualquier periodista. Y es en la dignidad de este oficio, se ejerza en cualquier redacción, pequeña o grande». Agradeció a sus redactores «por haber soportado amenazas, malas miradas, insultos y provocaciones por contar lo que pasaba», acaso porque entendía que el Luca de Tena pertenecía también a todo cuanto habían trabajado con ella. Morenatti, quien no pudo asistir a recoger el premio y envió en su lugar a su hermana, defendió el poder de la imagen y su convicción en la importancia que tiene.
Una de vampiros
Tras el brindis al Rey ofrecido por Ignacio Ybarra, y una vez acabada la cena, los políticos del Partido Popular se juntaron para saludarse y departir con los periodistas. La más solicitada fue la portavoz en el Congreso, Cuca Gamarra, quien debió contestar en no pocas ocasiones a la pregunta sobre cuál sería el argumento con el que iniciaría su intervención en el debate del estado de la nación. Sin dar demasiados detalles, Gamarra deshojó la margarita acerca si debería arrancar con la crisis económica o aludiendo las cesiones del gobierno de Sánchez a Bildu en la Ley de Memoria Democrática. «Sea como sea, me lo voy a merendar». «Eso, eso. El asunto es merendárselo», contestó Esteban González Pons con los dientes largos, acaso porque aprovechó el momento para anunciar nueva novela para el mes de noviembre. Habrá menos erotismo, dijo, y más monstruos. ¿Thriller? ¿Terror? «Pues sí, habla de un vampiro en el Congreso de los Diputados. Al primero que muerde es un diputado socialista».
A esas horas, el alcalde de Madrid José Luis Martínez-Almeida no daba por agotado el repertorio de chascarrillos colchoneros y se empleaba en su humor más fino para defenderse de las críticas que le reprochan haber roto las aceras de medio Madrid. «Pero si en el fondo os encantan las obras. Con lo bien que va a quedar la ciudad», dijo entre risas y escurriendo el bulto de los atascos en la calle Alcalá y el nudo Norte. A punto estaba de volver una vez más sobre su reproche a Courtois cuando aparecieron, esta vez sin mascarilla, José María Aznar y su mujer Ana Botella, ex alcaldesa de la ciudad. «Oye, José Luis…», dijo Botella colocando una mano sobre el hombro de Almeida. «Que sepas que los números de Michavila te dan más de quince. Está muy bien, estás mejorando». Con una risa de botiquín de primeros auxilios, el alcalde de Madrid extendió una sonrisa penitente y asintió a las palabras de Botella. «Mejorando, claro. Estamos mejorando…». No se sabe si se refería a la clasificación de su equipo de fútbol o a las perspectivas demoscópicas de su gestión. Hubo Misterio en la noche de los Cavia: de los vampiros de Pons a la predicción sobre las intenciones de voto. Aunque incontestable en algunas ocasiones, la verdad se manifiesta también de las formas más correosas e inexpugnables.
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