Una rosa es una rosa

Aluden todos ellos a la frontera que separa una realidad del nombre que le damos. Lo hemos vivido estos días en nuestra política, en un episodio de tragicomedia grotesca o esperpento: mientras muchísimos españoles se inquietaban por la posible amnistía, exigida por los que iban a ser beneficiados, para dar su voto, y confirmada por los compañeros del gobierno, todos los altos cargos del PSOE —el partido que la puede conceder— eludían pronunciar siquiera esa palabra.

Como si algo dejara de existir porque no lo llamemos por su nombre real, concreto, exacto. Ha quedado muy claro hasta dónde llegan la disciplina de un partido, la hipocresía de algunos políticos y el desparpajo con que nos toman a todos por tontos.

Cuando les convenga, no nos hablarán de amnistía, sino de medidas de gracia e interpretación amplia de la Constitución; de recuperación de la vía política para resolver un conflicto político con amplitud de miras… Tampoco nos hablarán de referéndum sino de consulta, encuesta, respeto a la voluntad popular…

Negar la realidad no conduce a nada y es un síntoma de grave enfermedad mental. Por mucho que se repita, la mentira flagrante no resiste el paso del tiempo, la realidad no cambia porque la llamemos de otra forma. Una amnistía es una amnistía; un referéndum es un referéndum; una rosa es una rosa, es una rosa.