CRÍTICA DE:
'La última función', de Luis Landero: el mago de la ficción nos lleva en volandas de una amena lectura
NARRATIVA
Landero es un prestidigitador de la palabra y de las historias. Va enlazando casualidades de manera que nos lleva en volandas de amena lectura a un buen puerto literario
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Luis Landero le debía una novela como ésta al mundo del teatro, mundo que estuvo presente en su vida de profesor en la Escuela de Arte dramático hasta su jubilación, no hace mucho. El teatro, sea al modo de comedia bufonesca, o rozando la tragedia, ... como ocurrió en 'Lluvia fina', está presente en muchas otras novelas suyas, desde 'Juegos de le edad tardía'.
Lo hace ahora en la imaginación de una fábula tierna, escrita en estado de gracia, en la que Tito Gil Pérez hijo del dueño de una gestoría, con la vida gris que corresponde a quien se hizo abogado por la voluntad de su padre, y regenta ahora un negocio carente de su interés.
NOVELA
'La última función'

- Autor Luis Landero
- Editorial Tusquets
- Año 2024
- Páginas 224
- Precio 20,50 euros
Pero tiene un don, está dotado de una voz inolvidable y de una decidida vocación por el teatro, actividad en que sobresale no sólo como actor, también como escenógrafo, incluso en los pinitos teatrales que realiza en la antesala de la gestoría. En el centro de la novela se sitúa su aldea, San Albín o Montealbín, uno de esos pueblos de la serranía adusta de Madrid, que han quedado casi despoblados, con apenas un bar como residuo, donde los tertulianos del dominó habrán de reconocerle como el gran actor que fue un día en la representación de un viejo auto sacramental, 'Milagro y apoteosis de la Santa Niña Rosalba', cuya última representación tuvo lugar un lejano 1958.
Vuelve Tito Gil al pueblo por la casualidad de la herencia de un caserón que le deja una tia suya, y en ese encuentro de aldea y recuerdo, salta la chispa del teatro, lugar donde los sueños se pueden realizar, y ocasión para que el triste hidalgo entrado en años de melancolía, habrá de salvarse, con el sueño de una gloria en los aplausos seguros. Como Landero es un prestidigitador de la palabra y de las historias, nos va enlazando casualidades de manera que lleguemos en volandas de amena lectura, de esas que no quieres que se acaben y te saben cortas, a que se realice al mismo tiempo otro sueño distinto, el de Paula, joven malcasada, a quien un golpe de destino (equivocarse de tren) trae a Montealbin y a quien todos confunden con Claudia, la actriz profesional a la que Tito Gil había convocado, sin éxito para volver a representar aquella obra.
Hay en la novela ese humor nada sarcástico, propio de Landero, sino más bien aquel que recibe el calificativo de bienhumorado
De modo que esta Paula, que bien podría apellidarse Bovary vive con el Quijano Gil, una de las representaciones mas gloriosas que pudo tener la vida salvada de la Santa Niña Rosalba, y por días el pueblo se llena de visitantes, la algarabía es total, y a todos toca participar de la función, pues a cada uno de los habitantes corresponde un papel. Ese hacerse ilusión colectiva, que a todos alcanza, actúa como metonimia feliz de la vida de la ficción, pues no hay nadie vulgar o menor cuando se ha revestido de los ropajes de la función, (ficción), ese momento en que el arte proporciona a cada uno un lugar distinto en la vida, por eso, porque la vida actúa como gran teatro del mundo, donde cada uno gana su dignidad en el papel que le ha tocado representar.
Sueños rotos
Por un momento aparece para este pueblo el recuerdo de la trama de un 'Bienvenido Míster Marshal', tal habría de ser el cambio que el turismo, alentado por la obra famosa de la 'Niña Rosalba' habría de originar. Sueños a los que los pobres tienen derecho y momento en que se convierten en verdaderamente ricos. En el teatro ocurre, así, como en toda ficción cuando cuentos y fábulas se anudan. Ha tenido el acierto Ladero de hacer coincidir el tema de la función última con la fabula medieval de forma que su representación por medio del teatro cruza siglos, y enlaza sociedades antiguas y modernas.
Hay en la novela, como no podría ser de otro modo cuando se trata de Landero, ese humor nada sarcástico, sino más bien aquel que recibe por eso el calificativo de bienhumorado, con el que mira y anota matrimonios fallidos, sueños rotos, miserias que te van trayendo los desengaños, cuando Paula dejo a su amado Bruno y cayó en Blas, o Tito Gil ha dejado de ser el niño que soñó fabulaciones. Menos mal que tiene esa voz, y que entró un día en el bar de ese pueblo y despertó en alguien el recuerdo del año 1958, cuando quien no es nada fue alguien (gran actor), cuando toda una vida nueva podrá comenzar.
Quizá con Paula, quizá el amor sea una nueva obra que representar. No me permitirá el lector que revele ese quizá. La lectura de la novela despejara la incógnita, lectura con la que aseguro disfrutará vez de un castellano puro, de raíz oral que la historia de su fidelidad depositó en Luis Landero como un regalo traído a nosotros, que como tal regalo celebramos y agradecemos.
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