El mayor almacén museístico del mundo abierto al público
El Victoria & Albert inaugura un espacio en Londres. En 16.000 metros cuadrados, alberga más de 250.000 objetos, 350.000 libros y un millar de archivos
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Tras una década de planificación meticulosa, consultas comunitarias y desarrollo arquitectónico de vanguardia, el Victoria & Albert Museum de Londres abrió ayer el V&A East Storehouse, una propuesta museística sin precedentes que, como describió su director adjunto, Tim Reeve, representa «una experiencia cultural ... completamente nueva y un pase entre bastidores al V&A», que «transforma el acceso a las colecciones nacionales en una escala inimaginable hasta ahora». No se trata solo de la apertura de un nuevo edificio, sino de una transformación profunda en el modo en que las instituciones culturales se relacionan con sus públicos, sus objetos y sus territorios.
Ubicado en el antiguo Centro de Medios y Difusión de los Juegos Olímpicos de Londres 2012, el V&A East Storehouse ocupa una superficie de 16.000 metros cuadrados y alberga más de 250.000 objetos, 350.000 libros y un millar de archivos. Es, por su magnitud, el mayor almacén museístico abierto al público del mundo. Y no es sólo una cuestión de volumen: el nuevo centro plantea una ruptura con las lógicas tradicionales de conservación y exhibición, gracias a la integración de almacenamiento activo, investigación, conservación, mediación cultural y acceso abierto en un mismo espacio físico.
Diseñado por el prestigioso estudio de arquitectura neoyorquino Diller Scofidio + Renfro, el edificio propone una inversión radical de las jerarquías espaciales habituales en los museos: lo más público se encuentra en el centro mismo de la estructura, y lo más privado en su perímetro. «En lugar de las distinciones rígidas entre almacenamiento y exhibición, conservación y curaduría, áreas públicas y áreas técnicas, el V&A East Storehouse crea una nueva mezcla», explica David Allin, arquitecto principal del proyecto. Elizabeth Diller, socia fundadora del estudio, añade que el objetivo es crear «una institución que no es ni un almacén ni un museo, sino un híbrido compartido por el personal y el público, con oportunidades ampliadas de acceso e intercambio».



Al ingresar, quien lo visita atraviesa una pasarela que discurre entre estanterías repletas de objetos almacenados para acabar en la Weston Collections Hall, un atrio de 20 metros de altura, donde todo se despliega en un entorno de apariencia casi infinita. Algunos objetos están incluso bajo los pies, visibles a través de un suelo de cristal. Esta inmersión en una «colección de colecciones», como la definieron los arquitectos, desafía cualquier narrativa curatorial unívoca. Aquí, el visitante no sigue un recorrido impuesto, sino que traza su propio camino guiado por su curiosidad.
El concepto de acceso personalizado se materializa en el programa 'Order an Object' (ordene un objeto), una herramienta sin precedentes que permite al público seleccionar hasta cinco objetos de la colección del V&A y solicitar una cita para verlos de cerca. «Estas son tus colecciones», explicó Kate Parsons, directora de Conservación y Acceso a las Colecciones, «y a través de 'Order an Object' puedes tener una experiencia personal con ellas». Desde su lanzamiento el 13 de mayo, ya se han reservado más de 250 citas para ver más de 1.000 piezas, que abarcan desde cerámicas del siglo XIV hasta vestidos de novia de los años treinta. La pieza más solicitada hasta la fecha es un vestido de noche de seda rosa tafetán, diseñado en 1954 por Cristóbal Balenciaga.
Paralelamente, el programa 'Object Encounters' ofrece a grupos pequeños la posibilidad de interactuar directamente con objetos seleccionados y con el equipo de acceso a las colecciones. Así, cada día se presentan piezas distintas, como un abrigo de noche de Givenchy de 1958, una armadura japonesa del siglo XVI o un colosal telón diseñado por Pablo Picasso para los legendarios Ballets Rusos de Sergei Diaghilev. Realizado durante la colaboración del artista con la compañía entre 1917 y 1924, la obra encarna la fusión entre vanguardia plástica y arte escénico que definió esa época. Según Nyssa Mildwaters, responsable de acceso a las colecciones, el objetivo es fomentar «encuentros serendípicos que despierten el deseo de explorar más profundamente» los fondos del museo.
Una de las innovaciones más llamativas es la exhibición de seis objetos monumentales que, por su tamaño, rara vez han podido ser mostrados. Entre ellos destacan la oficina Kaufmann del arquitecto Frank Lloyd Wright, la única intacta fuera de Estados Unidos; un techo tallado y dorado del siglo XV del Palacio de Torrijos en Toledo, y una cocina Frankfurt, considerada el prototipo de la cocina moderna, de Margarete Schütte-Lihotzky. La instalación de estas piezas ha requerido «años de conservación» y «desafíos técnicos considerables», como relató Holly Harris, gestora del proyecto.
Y a través de proyectos de co-producción con comunidades locales, jóvenes creadores y colectivos artísticos, se han generado nuevas capas interpretativas que dialogan con las piezas expuestas. Tal es el caso del Agra Colonnade, un fragmento arquitectónico mogol del siglo XVII, reinterpretado mediante talleres de talla en piedra y una pieza audiovisual de danza creada por Akademi Dance con jóvenes de origen surasiático. Algo similar ocurre con Robin Hood Gardens, una urbanización brutalista demolida en 2017, cuyos restos arquitectónicos se acompañan ahora de testimonios orales y obras de arte contemporáneo.
Esta dimensión participativa se extiende a toda la Weston Collections Hall, donde más de cien pequeñas vitrinas insertadas entre las estanterías, las 'Mini Storage Displays', ofrecen narrativas múltiples y a menudo divergentes sobre lo almacenado. Algunas interpelan directamente a las comunidades locales, como un bordado escolar del siglo XVII realizado en Hackney, un cartel feminista impreso en Lenthall Road en los años ochenta, o una chaqueta de Vivienne Westwood elaborada con materiales sintéticos en proceso de degradación. Otras abordan la historia del diseño global, la protesta social o la conservación de materiales modernos.
El Storehouse es también un museo en funcionamiento. Cuatro estudios de conservación abiertos al público permiten observar procesos técnicos en tiempo real. Cámaras móviles y pantallas interactivas facilitan el diálogo entre conservadores y visitantes, y equipos de fotografía especializados documentan las piezas mediante técnicas avanzadas como modelado 3D o termografía infrarroja. Según Parsons, «hay siempre algo nuevo que ver aquí».
El edificio acoge además el nuevo Study Centre, sede de la biblioteca de arte nacional y los archivos del V&A. Entre sus fondos destacan las colecciones de fotografía de Julia Margaret Cameron, los archivos teatrales de Talawa Theatre Company y Wilton's Music Hall, y materiales gráficos de diseñadores como Issey Miyake o Zaha Hadid.
Y a partir del 13 de septiembre, abrirá al público el archivo de David Bowie, una de las incorporaciones más esperadas del nuevo centro cultural. Gracias a una donación de la Fundación Blavatnik y Warner Music Group, el archivo, con más de 80.000 objetos, reúne letras manuscritas, trajes icónicos, instrumentos, fotografías, material audiovisual y objetos personales que abarcan cinco décadas de la carrera del artista.
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