La música también emigra a Alemania
ABC charla con el cantautor Alberto Ballesteros, quien pone rumbo a Berlín a buscarse la vida por la falta de oportunidades económicas que ofrece hoy el mercado musical
«Fue divertido bailar un rato, pisar descalzos sobre charcos de barro. Fue divertido seguir tus pasos, volar tan alto hasta estrellarnos». Así comienza esta historia, tomando prestada una de las estrofas del disco «Teatro Chino» con el objetivo de trasladar al lector las mismas sensaciones positivas que su compositor, Alberto Ballesteros, transmitió una mañana primaveral a ABC.es . Si la vida coloca obstáculos, más placentero será superarlos. En pleno centro de Madrid, su casa respira música por los cuatro costados pero no por mucho tiempo. Entrados ya en el mes de mayo, pocos días le quedan en la capital española antes de agarrar el petate rumbo a Alemania «obligado» por la falta de oportunidades aquí, pero también motivado por aprender nuevas experiencias y tener la ocasión de enseñar sus letras fuera de nuestras fronteras.
Su rostro no refleja signos de tristeza. ¿Nostalgia? Puede. Tal vez enmarcada en decir adiós a un público, que más que seguidores, Alberto les define como amigos. No obstante vayamos al principio buscando respuestas al origen de su idilio con la música, «todo empieza escuchando cuando te llegan discos que te empiezan a gustar y comienzas a hacerte fan de la gente, te dedicas a escuchar más y la pasión se multiplica hasta que poco a poco tienes la inquietud de hacerlo tú». Una pasión que empieza desde muy pequeño, pero que debe compaginar con otros trabajos para poder sobrevivir, «hoy en día no vivo de esto, casi en cada momento de mi trayectoria he acompañado lo que es la profesión musical con algún otro empleo a través del cual poder pagar el alquiler básicamente».
«Ahora mismo debes estar preparado para saber que puedes perder dinero»Según avanza la conversación se aprecia en sus palabras que detrás de cada canción hay mucha ilusión, pero también mucho esfuerzo no siempre recompensado económicamente. Preguntado por el dinero que puede ganar por dar un concierto, Alberto explica sin perder la sonrisa que «casi un artista como yo habría que preguntar cuánto se puede llegar a perder». La crisis se nota tanto en las salas como en la afluencia de gente y eso repercute a la hora de intentar progresar, «depende de la respuesta que haya en un concierto determinado y depende sobre todo de uno de los problemas que nos encontramos los solistas que como escritores de canciones podemos defender un concierto en acústico, como vengo haciendo con la guitarra y en esta situación sí puedes obtener beneficios aunque sean mínimos. Sin embargo, en el momento en que quieres dar un paso más y acompañarte de músicos para hacer crecer el proyecto, si cuentas lo que hay que pagar a esos músicos o el alquiler de la propia sala, debes estar preparado para saber que puedes perder dinero».
Dos realidades más unidas que nunca
Tratando de comprender si se ve obligado a emigrar por las circunstancias, en boca del artista surgen dos realidades más unidas que nunca en estos tiempos de dificultad, «por un lado influye la parte más artística donde sales buscando cosas que poder contar, vivencias y experiencias que te sirvan para aprender lo que hacen en otros lugares. Pero por otro este caso va acompañado muy claramente de una parte económica demasiado difícil. Si hablas del precio de las entradas, hay personas a las que pagar 5, 6 o 7 euros de entrada para ir a un concierto y tomarse un par de cervezas no está ya al alcance de su mano. Visto así, creo que puede ser el momento para aprovechando lo mal que está el panorama aquí, salir fuera a enseñar un proyecto y aprender más cosas».
Hace apenas un par de meses nos despertábamos con la noticia de que Alemania necesitará una media de 200.000 trabajadores cualificados cada año, procedentes de países del sur de Europa como España, Italia, Grecia y Portugal. Así lo anunciaba el director de la Agencia Federal de Empleo germana, Frank-Jürgen Weise, quien precisaba que «la búsqueda está centrada principalmente en ingenieros, médicos y enfermeros». Sin embargo, el abanico de profesiones que desembarcan en el país teutón muestra «a priori» el atractivo cartel laboral de un estado que presume de hacer frente a la crisis con una de las menores tasas de desempleo en Europa. Ajeno a esto, Alberto huye de números y estadísticas cuando es cuestionado por su verdadera razón de escoger esta región en concreto, «de todo lo que hay en Europa, que es digamos lo que puedo permitirme a la hora de viajes e infraestructuras, considero que ahora mismo el lugar denominado como capital de la cultura por el movimiento que hay pudiera ser Berlín».
La incertidumbre de la duda que genera no saber que deparará el camino se hace patente a la hora de hablar de metas u objetivos, lo único que está claro es el punto de partida, «no hay metas establecidas, hay el día el día, lo que uno espera cuando llega a un lugar nuevo es que le escuchen y causar curiosidad en la gente, que al fin y al cabo son oídos nuevos. Y después si me traigo unas cuantas canciones que puedan estar bien, bienvenido sea». El «exilio musical» de cualquier artista nunca ha sido fácil y en este caso no iba a ser menos, la vitalidad de afrontar un nuevo reto se mezcla con las lógicas inquietudes de quien abandona su actual espacio de vida, «hay varios inconvenientes, uno es que abandonas a la gente de aquí, al público que has ido haciendo, que aunque se puede cuidar mediante las redes sociales siempre hay una parte de cariño que se pierde. Otro inconveniente fundamental es el idioma, el alemán está complicado, el inglés lo llevo bien y con lo que sabía me daba para sobrevivir allí, pero el alemán… tengo la intención de tratar de aprenderlo por curiosidad personal, por crecimiento cultural y por integrarme donde llegas».
Sheffield, experiencia prematura
De las últimas palabras de Alberto se desprende que menciona el inglés como método para «sobrevivir allí». «Allí» es Sheffield, una importante ciudad industrial al norte de Inglaterra donde abundan las zonas verdes y su numerosa comunidad de estudiantes, en la que hace unos años ya emprendió un viaje con el objetivo de labrarse su propio estilo, «cuando me fui a Sheffield estaba mucho más verde, en esa época tocaba en bandas de Rock y allí lo que hice es dar un giro a la manera de componer y al sonido buscando dar una dirección más acústica. Me dediqué a aprender, grabé un disco y ya me vine aquí para presentarlo».
Al comparar ambos viajes, es inevitable preguntarle por los cambios de aquel primer desafío a este, «la principal diferencia que puede haber es que ahora considero que tengo un proyecto bastante más cerrado, también cambia el concepto con la edad y cambia sobre todo la experiencia que tienes ya que después del viaje de Sheffield afrontas este con otras miras y otras posibilidades. Pero salvando eso, lo que me vaya a encontrar allí a diferencia de lo que me encontré en el anterior lugar no se sabe, eso si que es una aventura».
«Aquí si te da por hacer canciones no dejas de ser el raro de la familia»Una cosa es la experiencia personal centrada en uno mismo y otra proyectada sobre lo que rodea al circuito musical de cada lugar, donde el compositor observa gran diferencia cultural y casi sin quererlo da con la tecla para lograr que dentro de nuestras fronteras la música se instaure desde la base, «En el caso de Inglaterra si que hay mucha más cultura musical, tienen más tradición y la empeñan de otra manera, se puede entender que hay más respeto en las salas, también se valora más al músico como tal... si alguien es músico no es raro, viene siendo casi lo normal que un joven aunque no se dedique a ello toque un instrumento o dos. Aquí si te da por hacer canciones no dejas de ser el raro de la familia o del grupo de amigos. En el caso de Berlín no lo se, me han hablado muy bien de la respuesta que puede haber y de cómo se trata allí el asunto, pero lo que es Inglaterra está claro que van muy por delante de nosotros».
Crisis del sector vs Internet
Sin duda, Internet se ha convertido por motivos obvios en el principal fenómenos del S.XXI y el mundo de la música no solo no es ajeno a ello, sino que se ha visto afectado e influenciado desde todas las perspectivas ya sean buenas o malas. «Es mágico que ahora mismo te puedas meter en un ordenador y descubrir a alguien que está haciendo unas canciones muy bonitas en México, en Canadá o donde sea, pero eso ha arrastrado muchas cosas por medio. Creo que el formato digital está bien si se hubiera bajado el precio antes construyendo una cultura en la que el público pudiera seguir comprando. Pero en el momento que estalló todo y se empezaron a conseguir las cosas gratuitamente, ya es muy complicado que se vuelva a querer pagar por muy poco que sea», afirma con cierto tono de resignación.
Alberto Ballesteros pone rumbo a Berlín con un hasta pronto, deseando que a su vuelta el panorama musical en España haya mejorado, aunque hoy en día lo ve difícil, «está chunga la cosa, supongo que se ha juntado la crisis económica general con el problema del CD. Yo no tengo la solución, pero pinta feo porque si ya de por si a compañeros míos les va bastante mal, vas y para colmo te encuentras con gente consagrada de esa que tú tienes en un pedestal y piensas a éstos les va muy bien, pero luego te cuentan que no les va como creías».
«Hay mucho amor por la música y la gente sigue aguantando»Aunque toda situación por delicada que sea tiene sus puntos positivos como nos hace ver este madrileño respecto al mercadeo de representantes y demás intereses que en otra época pudieron existir, «hoy en día no, porque si los ha habido alguna vez esta situación los ha limpiado. Veo que ahora todo está muy limpio porque como era gente que estaba exclusivamente por la pasta, ahora que no hay pasta se han largado. Creo que es un hecho que todos los que nos dedicamos a esto lo hacemos por amor al oficio. Incluso las salas, que a pesar de nuestras disputas, sabes que hay salas donde conoces al dueño y ves que están palmando pasta… pero hay mucho amor a la música y la gente sigue aguantando y luchando».
Sin mas dilación, este cantautor al que me permito la licencia de ponerle la etiqueta de «exiliado musical» se despide agradecido y muy seguro del paso que está tomando, al tiempo que deja una última reflexión de cara a las futuras generaciones, «si viniera un joven diciendo que quiere ser músico le animaría a hacerlo, porque al fin y al cabo después de todo me considero muy privilegiado de pertenecer a esta profesión, estoy consiguiendo sobrevivir mientras hago lo que más me gusta. Cuando algo es tan pasional y le pones tanto amor nunca puede ser malo». Pues eso, palabra de artista.
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