Última restauración del icono de Madrid
La Puerta de Alcalá, como la vio Carlos III
El monumento que diseñó Sabatini se descubre, por fin, después de la mayor intervención de sus 245 años de historia, que ha limpiado cada centímetro de granito, caliza y hierro en pleno centro de la capital. Estos son los detalles de un retoque colosal de doce meses, cien expertos y 3 millones de euros de dinero público.
La sexta y última restauración de la Puerta de Alcalá en sus 245 años de historia ha recuperado el esplendor que tuvo en 1778, cuando fue inaugurada. Dos siglos y medio en los que el monumento más famoso de Madrid ha estado expuesto a ataques climatológicos (nieve, lluvia, viento, insolación), biológicos (líquenes, excrementos de aves, microorganismos) y circunstanciales (contaminación, aerosoles, residuos orgánicos procedentes del parque del Retiro), además de las decenas de balazos que todavía están presentes de varias guerras y atentados.

Todo empezó con unas grietas sobre el ala de la Fama –la doncella alada que hace tiempo perdió su trompeta y en cuyos brazos soporta el peso de un enorme escudo real– aparecidas tras el paso de la borrasca Filomena en enero de 2021. Los técnicos del Ayuntamiento de Madrid subieron a comprobar los daños y, tras analizarlos, el problema evolucionó hasta convertirse en la mayor intervención acometida jamás en la Puerta de Alcalá. Si Carlos III, el Rey que impulsó el proyecto y transformó la capital del imperio en la más aseada y mejor iluminada y empedrada ciudad de Europa, levantara la cabeza, es probable que se sintiera orgulloso.
Madrid dejó de ser la pocilga urbana que había sido hasta el último cuarto del siglo XVIII gracias al Monarca, con este monumento como símbolo de la transformación. Gracias a ello, Carlos III es conocido todavía hoy como «el mejor alcalde de Madrid».
«Los madrileños son como niños de pecho»
Él la rediseñó, ornamentó y rigió con mano maestra en contra de la opinión de muchos de los lugareños, que mostraron cierta resistencia a la gran cantidad de cambios que se produjeron en apenas una década. Eso le llevó al Rey a decir, no sin cierta mofa: «Los madrileños son como los niños de pecho: cuando se les cambian los pañales, lloran».
Su huella es infinita: el paseo y el edificio del Museo del Prado, el Jardín Botánico, las fuentes de Neptuno, Cibeles y Apolo, la Casa de Correos, la Real Casa de la Aduana (hoy Ministerio de Hacienda), el Hospital de San Carlos (hoy Museo Reina Sofía), el Observatorio Astronómico del Retiro, el Oratorio de Caballero de Gracia, el edificio de la Real Academia de la Historia y la Puerta de Alcalá, además de la reconstrucción de la Plaza Mayor, que compusieron desde entonces la trama urbanística, arquitectónica y monumental más singular y característica de la capital de España.
La mayoría de sus 175.000 habitantes, además, se beneficiaron del saneamiento, empedrado e higiene de 487 calles, 79 plazuelas, 62 barrios, 34 conventos, 20 cuarteles, 19 parroquias, 18 hospitales, dos bibliotecas públicas, dos casas de moneda y una casa de expósitos. También de las más de 700 fuentes que se construyeron, así como de los 4.000 faroles de cristales finos que se pusieron. Y ahí estaba, por encima de todo ello, la Puerta de Alcalá, que empezaba a ver pasar el tiempo.

Gran Vía
La Almudena
1883
Teatro Real
1818-1850
Parque del Retiro
1630
Real Jardín
Botánico
1755
Cibeles
1777-1782
Palacio Real (antiguo alcázar)
1735-1764
Paseo
del Prado
Museo del Prado
1819
Calle de Alcalá
Paseo
de Recoletos
Calle de
Serrano
Puerta de Alcalá
1769-1778

Palacio Real
(antiguo alcázar)
1735-1764
Teatro Real
1818-1850
Parque
del Retiro
1630
Cibeles
1777-1782
Calle
de Alcalá
Puerta de Alcalá
1769-1778
El proyecto
Carlos III, hijo de Felipe V, había entrado en Madrid para suceder a su hermano, el fallecido Fernando VI, el 9 de diciembre de 1759. Ingresó en la capital por la antigua puerta de Alcalá, que era mucho más pequeña y se encontraba a medio camino entre la actual plaza de Cibeles y la plaza de la Independencia. Al no resultar de su agrado, se le ocurrió la idea de derribarla para erigir una nueva que estuviera en consonancia con la etapa que quería inaugurar y por la cual inició la transformación de toda la urbe.
Fue tal la expectación que levantó el nuevo proyecto que se presentaron varias propuestas de algunos de los arquitectos más respetados de la época. Primero fueron cinco diseños: el del ingeniero militar José de Hermosilla y autor de las trazas del paseo del Prado, el del arquitecto Ventura Rodríguez y, por último, tres de Francisco Sabatini de estilo neoclásico y con más de 20 metros de altura. A continuación llegaron cinco más del arquitecto Ventura Rodríguez. Todos fueron evaluados por Carlos III en apenas un par de días.
Existe la teoría de que al Rey le gustaron dos de Sabatini, así que el arquitecto diseñó uno más que tuviera cada uno de los diseños por cada una de las caras, el cual fue elegido por el Monarca el 18 de mayo de 1769. Por eso las fachadas son distintas.
En el decreto por el que la puerta fue declarada monumento histórico-artístico aparece descrita como «el primer arco de triunfo moderno de Europa, que no se habían erigido desde la época romana». Para su construcción, el arquitecto requirió la piedra blanca procedente de Colmenar de Oreja, y la obra recayó sobre Santiago Feijoo y Cía, que hizo una rebaja de un 8% sobre el coste previsto.

Las obras comenzaron a principios de 1770 más arriba que las precedentes puertas de Alcalá, en la ubicación actual, que era donde se encontraba el límite exterior de Madrid. Se inauguró finalmente en 1778, convirtiéndose rápidamente en la principal puerta de acceso a la capital, ya que a ambos lados del monumento seguía existiendo la cerca que delimitaba el casco urbano por el este, la cual estaría en pie hasta que en 1869 se remodeló la plaza para dejarla más o menos como se encuentra en la actualidad.
En ese momento ya había sobrevivido a la invasión de las tropas de Napoleón y a la de los Cien Mil Hijos de San Luis, dejando sobre su piedra las primeras heridas… que no serían las últimas.
Desmontando la Puerta de Alcalá
El conjunto monumental tiene muchas capas. En esta disección, ABC muestra las patologías y factores que afectan a la salud del icono madrileño.
La restauración
La restauración integral de la Puerta de Alcalá incluye saneado de anclajes, cosido de elementos sueltos, eliminación de morteros antiguos y sellado de nuevas juntas para consolidar estructuras escultóricas.
Los Paramentos (granito)
Al estar ubicada en la vía pública debe hacer frente a la acción erosiva y destructiva de varios factores: el clima, las bacterias, los animales, las plantas y al propio ser humano.
Los Grupos escultoricos (caliza)
Los factores de deterioro climáticos, biológicos e intrínsecos de la piedra han causado inestabilidad estructural y deslucimiento en los grupos escultóricos, lo que ha motivado la restauración.
La cornisa
Los frontones presentan desprendimientos de material por la falta de transpirabilidad ocasionada por intervenciones anteriores. También acusan afecciones por el discurrir del agua de lluvia.
La cubierta
Ha sido necesario sustituir la cubierta instalada en 1992 ya que, en lugar de proteger, se ha convertido en un factor de deterioro para los grupos escultóricos y la cornisa debido al carbonatado del metal.
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El deterioro, al detalle
Los estudios previos a la restauración permitieron realizar un diagnóstico del daño y las patologías de la Puerta de Alcalá. Según estos análisis se determinan los puntos clave en la intervención, con ejemplos del deterioro, según los materiales de los elementos.

GRANITO
El granito es un material de construcción muy resistente y duradero. Es ideal para la construcción de edificios y monumentos debido a su alta densidad, dureza y resistencia a la abrasión
Factores de erosión
Intrínsecos (naturales)
Filtraciones de agua por sus capilares, humedad y oscilación térmica
Costras por cristalización
de sales
Manchas o gabarros e
hinchazones
Roturas y fisuras
Alisamiento de esquinas
Externos (acción humana)
Daños derivados de la actividad humana
Impactos de
proyectiles
de diferentes
conflictos
Manchas por
contaminación
del tráfico
rodado
Choque de un
camión robado
en 2006
Actos vandálicos,
como micciones,
grafitis, raspones,
etc.
CALIZA
Los conjuntos escultóricos, las molduras y los zócalos de la Puerta de Alcalá están labrados en piedra caliza, una roca resistente pero fácil de cortar que, por ello, es muy común en monumentos y construcciones desde tiempos antiguos
Remaches
metálicos oxidados
(agrietan y
corroen la caliza)
Grietas y boquetes
por filtraciones
de lluvia y
humedad
Proliferación de
líquenes, hongos
y pequeñas plantas
Suciedad por
contaminación
Presencia
corrosiva de excrementos
y anidaciones de aves
Pérdida volumétrica
o de partes de
elementos
METALES
Entre los elementos metálicos presentes en el conjunto se encuentran el hierro forjado que forma estructuras de soporte en elementos decorativos; el cobre de las letras de la inscripción de Carlos III y el plomo presente en la cubierta y en pequeñas planchas entre bloques
Factores de erosión
Óxido y humedades
Humedad y corrosión
del granito bajo la cubierta de plomo
Oxidación
de las letras de bronce

GRANITO
El granito es un material de construcción muy resistente y duradero. Es ideal para la construcción de edificios y monumentos debido a su alta densidad, dureza y resistencia a la abrasión
Factores de erosión
Intrínsecos (naturales)
Filtraciones de agua por sus capilares, humedad y oscilación térmica
Costras por
cristalización
de sales
Manchas o
gabarros e
hinchazones
Roturas
y fisuras
Alisamiento
de esquinas
Externos (acción humana)
Daños derivados de la actividad humana
Choque de un
camión robado
en 2006
Actos vandálicos, como micciones,
grafitis, raspones, etc.
Manchas por contaminación
del tráfico rodado
Impactos de proyectiles
de diferentes conflictos
CALIZA
Los conjuntos escultóricos, las molduras y los zócalos de la Puerta de Alcalá están labrados en piedra caliza, una roca resistente pero fácil de cortar que, por ello, es muy común en monumentos y construcciones desde tiempos antiguos
Factores de erosión
Múltiples deterioros
Remaches
metálicos oxidados
(agrietan y corroen la caliza)
Grietas y boquetes
por filtraciones
de lluvia y humedad
Proliferación de líquenes, hongos
y pequeñas plantas
Presencia corrosiva
de excrementos
y anidaciones de aves
Pérdida volumétrica
o de partes
de elementos
Suciedad por
contaminación
METALES
Entre los elementos metálicos presentes en el conjunto se encuentran el hierro forjado que forma estructuras de soporte en elementos decorativos; el cobre de las letras de la inscripción de Carlos III y el plomo presente en la cubierta y en pequeñas planchas entre bloques
Factores de erosión
Óxido y humedades
Humedad bajo la cubierta de plomo
y corrosión del granito
Oxidación
de las letras

2023: la actuación integral
Durante los primeros cuatro meses oculta bajo una lona hiperrealista, la Puerta de Alcalá apenas se tocó. Era la fase de estudios previos, un análisis crucial para comprender las patologías del monumento, aunque luego el diagnóstico inicial se topara con sorpresas sobre la marcha. La restauración en sí comenzó en diciembre de 2022 y, en el último año, un centenar de expertos de distintas ramas se pusieron manos a la obra para embellecer el monumento. Estos son los detalles de un quirófano que ha costado 3 millones de euros a las arcas municipales.
Antes de nada (a principios de 2022), los drones echaron a volar para escanear la Puerta de Alcalá, replicarla en una lona serigrafiada y crear un modelo virtual con el que los técnicos pudieran trabajar.
Ya en verano se tomaron muestras de la piedra —granito en general y caliza en las esculturas— que se sometieron a tratamientos en laboratorio. Hubo un sinfín de estudios: termográficos, climatológicos, de las microvibraciones del Metro que pasa por debajo. También una buena cantidad de documentos históricos y otros papeles archivados que sirvieron para conocer mejor la obra de Sabatini.
El 14 de diciembre de 2022 la sala de prensa del Palacio de Cibeles estaba abarrotada. El Área de Cultura, Turismo y Deporte convocó a los periodistas para informar de que el monumento estaba peor de lo que esperaban, que su estado —por ese cóctel de factores perjudiciales a lo largo de tres siglos— era «grave».
Así suena un día cualquiera en el corazón de la plaza de la Independencia
El primer paso: limpiar con cepillos, espátulas y pequeños aspiradores los paramentos, cada una de las caras de granito de la Puerta de Alcalá, y con brochas y pinceles las esculturas de caliza, más delicadas.
Antes de aplicar cualquier tratamiento hay que borrar cada mota de polvo, excremento, mancha o líquen de la piedra y del metal que la sostiene. Hasta la presencia excesiva de sales, que «parece corresponder con algún momento pasado en el que la zona sobre la que se asienta poseyera más humedad», según identificaron los expertos, se retiró con una suerte de cataplasmas de papel para absorber la salinidad extra.
El ennegrecimiento y las costras biológicas requerían un esfuerzo añadido, con microabrasivos, e incluso un lavado fotosónico mediante impulsos de tecnología láser para eliminar las manchas más resistentes. Todo, con sumo cuidado.
De químicos a canteros
En la macrointervención han participado documentalistas, químicos, escultores, ingenieros, historiadores del arte, biólogos, herreros, arqueólogos... Los canteros entraron en juego para recomponer los fragmentos perdidos.
Aunque muchas grietas se sellaron con resina —si la rotura es limpia— y mortero de cal —si no es limpia y ha perdido material—, con un pigmento especial para igualar color y textura, algunas partes requirieron piedra nueva. Los bloques pétreos se transportaron hasta los mismos pies del monumento y se labraron 'in situ' por los canteros.
Luego se ensamblaron y pegaron con un potente adhesivo (epoxi tixotrópico). Al final, los paramentos se cubrieron con una pátina de envejecimiento artificial, para copiar la piedra centenaria, y un tratamiento hidrofugante, que protege el material de la humedad y a la vez permite que transpire. Porque «los monumentos también respiran», como señaló la arquitecta y directora de obra Laura López, el mismo día en que la Puerta de Alcalá empezó a destaparse.
¿El mayor desafío en estos doce meses? Los grupos escultóricos en voladizo que pesan hasta 5.000 kilos. La Fama, esa doncella alada que sujeta el escudo real y preside la fachada este, flanqueada por las cuatro virtudes enumeradas por Platón, los cuatro angelotes que representan la fortaleza, la templanza, la justicia y la prudencia.
Y en la cara occidental, la que mira a Madrid, los grandes armeros recostados y las panoplias o conjuntos de armas en lo alto. Para ellas se diseñaron unas torres naranjas especiales, unas jaulas con apeos que agarraron las esculturas durante los trabajos.
Lo único que no se ha tocado son las cicatrices de las cinco batallas y un atentado que firman la Puerta de Alcalá.
Después de la limpieza, los expertos quitaron a mano los morteros mal conservados de anteriores restauraciones y las grapas metálicas deterioradas. Cada escultura es un puzle de piedra y hierro, una compleja estructura que acopla varias piezas de cientos de kilos a través de un esqueleto interno, y esa anatomía pedía un herrero a la antigua usanza.

Junto a las técnicas más punteras, las habilidades más antiguas. Los herreros recuperaron el hierro del siglo XVIII con una fragua y a martillazos, en el corazón de la plaza de la Independencia. Los huesos férreos de las esculturas se repusieron, se encajaron grapas nuevas y se limpió el óxido de aquellas barras que no se podían retirar.
Todo el metal se encapsuló con plomo fundido, que absorbe las vibraciones y las tensiones de la piedra. Respecto a los pedazos que faltaban, un escultor labró las nuevas piezas necesarias para cada escultura, «buscando un acabado similar al original, aunque no exactamente igual», como prometía el proyecto. Esos bloques están marcados con un número: 2023.

Lo único que se ha cambiado por completo es la cubierta de plomo que tapa el monumento. Dos décadas después de su último mantenimiento, el techo acumulaba humedades en el interior de la Puerta de Alcalá, que es un armazón hueco con dos capas sucesivas de ladrillo y granito.
El plomo había sufrido el paso de los años y no dejaba escapar las filtraciones de agua, que fluía en escorrentías dañinas por las espaldas de las esculturas. Así que los expertos diseñaron una cubierta nueva, con una estructura que ha generado una cámara de aire bajo el plomo para garantizar la ventilación. Lo único que no se ha tocado son las cicatrices de las cinco batallas y un atentado que firman la Puerta de Alcalá.

Hace solo tres días que el icono de Madrid se desvistió. El primer trozo de tela que cayó, el del costado sur, lo hizo el 21 de noviembre y, poco a poco, la Puerta de Alcalá volvió a imponerse en plena arteria madrileña. A primera vista parece más pequeña, porque se ha librado de ese armatoste de andamios, pero es más blanca. Las esculturas, pulcras y remendadas, casi brillan sobre el granito aseado.
El ayuntamiento, el responsable de su revisión continua, confía en que habrá que esperar décadas para la próxima gran intervención. Hasta entonces, el emblema de la capital se recorta, más bonito, contra el azul inmaculado del cielo de Madrid.
Créditos
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Fuente: Dirección General de Patrimonio Cultural del Ayuntamiento de Madrid
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Fotografías: Archivo ABC y EFE
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Vídeo: David Conde
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