El Sahel se convierte en el epicentro del terrorismo global

Si bien el número de muertos descendió frente a las cifras del año anterior, esto se debe únicamente al repunte de víctimas provocado por el atentado de Hamás del 7 de octubre de 2023. Si no se contabilizaran las más de 1.200 víctimas que dejó ese ataque, los datos en ambos años serían bastante similares.

Desde 2007 -cuando comenzó a registrarse el índice- la cantidad de víctimas ha fluctuado, alcanzando un máximo de 10.882 en 2015 y un mínimo de 6.824 en 2022. Y, durante este tiempo, se ha visto cómo el epicentro del terrorismo se ha ido desplazando hacia países con debilidad institucional, siendo el Sahel una tierra óptima para su desarrollo.

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En 2007, esta región africana al sur del desierto del Sahara fue escenario de apenas el 1% de las muertes por ataques terroristas, pero las víctimas se han multiplicado. Hoy el 51% de esas muertes se acumulan en esas tierras gubernamentalmente inestables.

El Sahel es considerado por España como una región «prioritaria», no solo por ser suelo fértil para el yihadismo, sino por representar una fuente importante del tráfico ilícito de drogas y armas que entra en Europa, así como de refugiados que huyen de los altos niveles de inseguridad y las pésimas condiciones económicas.

El presidente Pedro Sánchez se refirió el sábado a estos desafíos durante un mitin del PSOE: «Tenemos amenazas que vienen no tanto del frente oriental y sí del sur, como los países del Sahel y donde hay una amenaza terrorista real. Desde España queremos aportar defensa, pero sobre todo, seguridad y ciberseguridad».

A pesar de los esfuerzos antiterroristas, la red global del Daesh (el autodenominado Estado islámico) mantiene su capacidad de coordinar, inspirar y ejecutar ataques. Está activa en 22 países y es la responsable de casi 2.000 muertes en 2024. Un número que podría ser mayor, pues el 36% de los atentados no fueron reivindicados por ningún grupo terrorista.

La incapacidad de Occidente para combatir la violencia en África, así como la retirada de la presencia militar de países como Francia han permitido que actores como Rusia o China ejerzan cada vez más influencia en el continente, ofreciendo a los Estados seguridad, apoyo económico y cooperación militar con menos condiciones que sus homólogos europeos, que han terminado replegándose.

La competencia por los recursos minerales, especialmente el oro, también han influido en la inestabilidad de la región.

Aunque en menor volumen, Occidente también es víctima de una gran cantidad de ataques, y el informe muestra que la tendencia de terroristas solitarios sigue en aumento: los atentados por armas de fuego, atropellos y acuchillamientos aumentaron de 32 a 52 en 2024. Estas agresiones suelen ser perpetradas por jóvenes que no tienen lazos formales con organizaciones terroristas sino que se radicalizan a través del contenido que consumen en internet.

Van construyendo una ideología propias que se nutre de distintas fuentes de la 'dark web', y muchas veces terminan con una amalgama de argumentos contradictorios. Además, los algoritmos de las redes sociales acentúan los prejuicios de estas personas, empujándolos a ver contenidos cada vez más extremistas. La amenaza de estos actores reside en que, al no pertenecer a ningún grupo, resulta difícil para las agencias de Inteligencia rastrearlos.

En Europa, uno de cada cinco detenidos por terrorismo está legalmente clasificado como menor. La cantidad de ataques -algunos consumados por Daesh o Hamás- se duplicaron hasta llegar a 67 en 2024.

Las autoridades en distintos países anunciaron un total de 24 atentados frustrados vinculados con el Daesh, incluidos cinco en Israel, cuatro en Estados Unidos y otros en Irán, Turquía, Alemania, Suecia y Rusia. También algunos intentos de «alto perfil» en los Juegos Olímpicos de París y en un concierto de Taylor Swift en Viena. Pero, teniendo en cuenta que las agencias de Inteligencia raras veces desvelan los planes, se estima que el número anunciado represente apenas una fracción del total de complots.