SOL Y SOMBRA
El Papa hincha
Buscamos la huella de Francisco entre recuerdos futboleros porque fue un hombre mundano; tal vez demasiado
Ni santo como Juan Pablo II ni sabio como Benedicto XVI, el Papa Francisco figurará quizás en los anales como un Papa pop o influencer o cualquiera de esas cualidades sólo aptas para un mundo líquido como el de hoy. Hasta haters ha tenido. Veremos ... cómo lo trata la historiografía. Lo seguro es que Monseñor Bergoglio ha sido el primer jesuita y también el primer hispanoamericano que ha ocupado la cátedra de San Pedro, condiciones ambas que han imprimido su carácter: sinuoso como los seguidores de San Ignacio y futbolero como los vecinos del barrio porteño de Boedo. «San Lorenzo de Almagro determinó mi vida y mi historia», dijo.
La personalidad queda fijada en los años de la infancia, en efecto, y la del pequeño Jorge Mario tomó forma cuando iba de la mano de su padre por la avenida de La Plata hasta el Gasómetro, el estadio de San Lorenzo. Papá Bergoglio jugaba en la sección de baloncesto del club («basquetbolista», dicen allá) pero su pasión por el equipo de fútbol era tal, que murió de un infarto en la grada, durante un partido. Mediados los cuarenta, hacia la primera década de vida del futuro Papa, el Ciclón de Boedo construía su leyenda gracias a un estilo revolucionario implantado por el técnico Pedro Omar: el pase corto que empezaba en el portero, Mirko Blazina (un inmigrante ítalo-croata de Trieste que epató al inventar el saque con la mano), y terminaba en el «Triángulo de oro» conformado por Armando Farro, Rinaldo Martino y René Pontoni, su ídolo infantil… y adulto.
Tras ser campeón de Argentina en 1946, ese equipo mítico emprendió una gira triunfal por la Península Ibérica: sólo perdió contra el Real Madrid el día de Navidad, cuando sus jugadores boqueaban por la resaca consecuente a la borrachera que cogieron en Nochebuena, le metió siete goles a la selección española en San Mamés, diez a la portuguesa en Lisboa y acabó en Nervión con un 5-5 contra el Sevilla, en una memorable tarde en la que Juan Arza marcó un triplete y el árbitro Álvarez Corriols fue abucheado por pitar el penalti que permitió al capitán visitante Zubieta empatar en el minuto ochenta y tantos. Aquel 6 de febrero, el comercio sevillano cerró antes para facilitar la asistencia al estadio.
Treinta años después, el delantero internacional Héctor Horacio Scotta llegó al Sevilla procedente de San Lorenzo de Almagro. El 'Gringo' acababa de establecer un récord todavía vigente en el club azulgrana, 60 goles marcados en una sola temporada, la de 1975, y se lució durante sus cuatro campañas en el Sánchez-Pizjuán con 66 tantos en 120 partidos oficiales, una ratio asombrosa para la época. Francisco nunca visitó España en viaje pastoral, como sí hizo Juan Pablo II, cuya estatua en la plaza Virgen de los Reyes lo distingue como el pontífice más querido por los sevillanos. La huella del Papa argentino debemos rastrearla entre los recuerdos futboleros, como para confirmar que fue un hombre rabiosamente mundano. Tal vez demasiado.
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