Complemento circunstancial
La piel de Yolanda
La negociación está abierta y el debate, en la calle, está más que ganado
Doce millones de trabajadores españoles, según fuentes del Gobierno, se van a ver beneficiados por la norma que establece la jornada laboral máxima en treinta y siete horas y media semanales, sin perjuicio de los salarios, y que entrará en vigor una vez que se ... apruebe en el Congreso de los Diputados, algo que se espera —espera el Gobierno, claro— que ocurra en las próximas semanas. Así, hasta el próximo 31 de diciembre, las empresas tendrán un plazo para modificar sus convenios colectivos y hacer viable una medida que «pretende reforzar la conciliación familiar y fortalecer la salud mental de los empleados» y que ha sido aplaudida por los sindicatos y por la opinión pública, pero no tanto por las organizaciones empresariales que tienen ahora, en su tejado, la pelota lanzada por Yolanda Díaz. Porque, ya lo sabe, la ministra tira el balón y esconde la mano que debería tener abierta para negociar, sobre todo, con las pymes y los autónomos.
Porque la reducción de la jornada laboral es, efectivamente, un avance destacado en materia socio laboral y, si me apura, un derecho que deberíamos tener todos los trabajadores y que ya se está materializando en gran parte de Europa; pero trabajadores son también los pequeños empresarios que tendrán ahora que hacer cábalas para poder aplicar la medida con los menores riesgos para sus empresas y para sus trabajadores. Yolanda Díaz, la eternamente Yolanda, dice que España va a ser mejor porque la reducción de la jornada laboral hará «que la gente sea más feliz». Un clásico de la ministra Mrs. Wonderful. Hacernos creer que por trabajar media hora menos al día tendremos tiempo para dedicar a la familia, para mejorar nuestra salud mental y para desconectar, analógica y digitalmente, del trabajo. No dice, eso no lo dice, que la mayor parte de los empleados públicos ya la tenemos desde hace años y, desgraciadamente, «la vida sigue igual», que cantaba Julio Iglesias.
Dice Yolanda Díaz que promete patear España, movilizándose, abriendo debates «en la academia» —será en la academia asnal del doctor Ballesteros—, escribiendo artículos para explicar esta medida que mejorará sustancialmente la vida de los españoles y las españolas. Que se va a dejar la piel para conseguir que la jornada de 37,5 horas semanales sea una realidad. Su intención es loable, el objetivo es sensato, y cualquiera aplaudiría el sueño de todo mortal que quiere la ministra: «cobrar más y trabajar menos» ¿A quién no le gustaría un baptisterio romano paleocristiano?
Pero una cosa es el deseo y otra muy distinta la realidad. La negociación está abierta y el debate, en la calle, está más que ganado. Pero ahora, Yolanda Díaz, tendrá que convencer a sus socios de gobierno —sobre todo a Junts— y al resto de parlamentarios, y no tiene un plan alternativo, porque la situación política en España no es la misma de hace tres años. Va a tener que dejarse, en efecto, la piel en el camino. O directamente se la van a arrancar a jirones.
Esta funcionalidad es sólo para suscriptores
Suscribete
Esta funcionalidad es sólo para suscriptores
Suscribete