Es normal que nos surjan dudas a la hora de elegir un alimento tan presente en la dieta mediterránea. Solo para que os hagáis una idea del lío que hay montado: si nos ponemos exquisitos, podemos llegar a diferenciar más de 400 tipos de cebolla distintos. Pero hoy no vamos a ser tan exhaustivos. Hoy vamos a centrarnos en diferenciar la cebolla, el cebollino, la cebolleta y la chalota, cuatro verduras de la misma familia que realmente guardan diferencias sustanciales.
Con lo que vamos a contaros hoy, podréis aprovechar al máximo cada una de las variedades, sabiendo diferenciar bien lo que le viene bien a una receta u otra dependiendo del juego que le queráis dar a vuestro paladar con estos ingredientes.
La cebolla: el gran clásico
Aunque originaria de Asia, la cebolla es una hortaliza que, a día de hoy, no tiene localización geográfica: está por todo el mundo. Pertenece a la especie Allium cepa y se diferencia de la cebolleta y el cebollino por su forma, unos bulbos redondos; su textura, carnosa; y la disposición en capas que a más de uno le habrá sacado alguna lagrimilla. A grandes rasgos, podemos distinguir los siguientes tipos:
- Cebolla blanca: se caracteriza por tener un sabor suave. Esta variedad es ideal para consumir en crudo, por ejemplo, en ensaladas; pero también funciona genial en recetas que no requieran mucho tiempo de cocción en la cebolla, como una sopa de cebolla.
- Cebolla amarilla: el gran clásico, la que no puede faltar nunca en la despensa. Se vende todo el año, pero la mejor llega en otoño: ahí es cuando su sabor está más dulce. Este tipo de cebolla viene genial para la tortilla (sí, solo para el que la quiera con cebolla…) y para caramelizar. EN general, es la opción perfecta para cocinar casi cualquier plato con este ingrediente.
- Cebolla roja o morada: es muy parecida a la cebolla blanca. De hecho, cuando la cocinemos esta variedad perderá su color característico. Donde se diferencia es en su sabor, que es un poco más fuerte y, a veces, picante, especialmente en invierno. De nuevo, es muy buena opción para ensaladas donde queremos que este ingrediente tenga presencia. También es un imprescindible en algunos platos como el ceviche.
- Cebolla dulce: aunque se pueda parecer a la cebolla amarilla en su exterior, tiene una forma distinta, más achatada. Lo curioso de esta variedad es que pivota entre el ajo y la cebolla, lo que le otorga un toque ligeramente picante en combinación con sus matices dulzones. Aunque por fuera se parezca a la cebolla amarilla, su interior oscila entre el violeta y el blanco. Esta es otra de las opciones perfectas para preparar recetas que elaboren poco la cebolla, como la sopa.

Lo mejor de la cebolla es que no solo está rica en cualquier receta, sino que además es beneficiosa para nuestro organismo y un imprescindible en una dieta saludable. Tanto es así, que cuando tengas un catarro una de las mejores cosas que puedes hacer es prepararte una buena sopa de cebolla.
El cebollino: un gran aliado de las presentaciones
Esta variedad crece con tallos verdes finos y unos pequeños bulbos blancos en la parte inferior. De la Allium cepa, el cebollino funciona más como hierba aromática que como condimento propio. Picado, es perfecto para dar una presentación genial a nuestros platos, porque no tiene un sabor ni un aroma intenso (aunque sí perceptible) y si vistoso color verde entra genial por los ojos. Está muy presente en recetas como el ramen o en cremas tan exquisitas como la vichyssoise.

La cebolleta: sabor y personalidad
Aunque en cierta manera es similar a la cebolla, la cebolleta tiene una diferencia fundamental con la cebolla: no forma bulbos. En cuanto al sabor y el aroma, los matices son muy similares, pero son claramente distintas variedades. La cebolleta, en concreto, pertenece al Allium fistulosum. Otra diferencia fundamental con la cebolla es su conservación: tendremos que guardar la cebolleta en la nevera si no queremos que se ponga mala. Nosotros recomendamos el uso de esta variedad en ensaladas frescas, porque su sabor parecido al de la cebolla pero más intenso le otorga protagonismo a sus sin perderse la presencia de sus acompañantes. Podéis probar nuestra ensalada de bacalao, naranja y cebolleta, veréis de lo que os hablamos.

La chalota, ¿el gran desconocido?
Para terminar, vamos con la chalota: la hermana menos popular. Esto de “menos popular” es verdad si nos referimos a España, pero la chalota es un gran referente en la cocina francesa. Esta pertenece al Allium ascalonicum, es un bulbo con un color rojizo que recubre su exterior y una forma parecida a la del ajo. Lo que más destaca de esta variedad es, sin duda, su sabor. Con tonos dulces y un picor más marcado, la chalota es una opción perfecta para consumir en crudo o integrar en nuestras recetas, para una buena sopa de verduras o, si queréis algo más sofisticado, un carpaccio a la Cipriani.

Además, la chalota puede dar una alegría a más de uno en primavera: tiene propiedades antihistamínicas, es decir, ayuda a combatir la alergia. Igual que si hermana la cebolla, comparte propiedades diuréticas y puede ayudarnos a pasar mejor un resfriado por sus cualidades antiinflamatorias.
Cuando hablamos de cebolla siempre hay mucho que decir: hay quien odia su textura y hay quien ama su sabor. Pero de lo que no hay duda es un imprescindible en la dieta mediterránea y una gran compañera en el camino de tener una dieta saludable. Ahora que conocéis todos estos tipos, ¿cuál es vuestra preferida?
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