El Papa hereda una Iglesia con récord de fieles pero con una crisis vocacional persistente
El crecimiento del catolicismo se vio impulsado por los viajes apostólicos de Francisco a las periferias
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El más multitudinario e internacional de la historia

En los días previos al cónclave, los cardenales no se cansaron de repetir que no iban a elegir al sucesor de Francisco, sino al de Pedro. Una forma de reivindicar la sucesión apostólica y la tradición de los Papas, pero sin identificarse de forma directa ... con el legado de Francisco. Sin embargo, uno de esos 133 cardenales, el que finalmente ha sido elegido Papa, sí que tendrá que lidiar con la herencia directa de Bergoglio: una Iglesia que es reflejo de los 12 años de pontificado de Francisco, una institución global en crecimiento, pero con desafíos demográficos, pastorales y vocacionales que definirán su futuro en los próximos años.
Durante estos años, la Iglesia católica ha alcanzado su número récord de fieles, hasta llegar, según los datos del Anuario Pontificio, a los 1.406 millones de católicos, un aumento del 1,15% entre 2022 y 2023, que supera ligeramente el crecimiento demográfico global (0,88%). África lidera este auge con un incremento del 3,31%, al sumar 281 millones de fieles, impulsado por países como la República Democrática del Congo (55 millones) y Nigeria (35 millones). América, con el 47,8% de los católicos (671 millones), sigue siendo el bastión de la fe, con Brasil a la cabeza (182 millones).
Asia, con un crecimiento del 0,6%, aporta el 11% (155 millones), en el que destacan Filipinas (93 millones) e India (23 millones). Europa, la otrora fuerza del catolicismo, apenas aporta 287 millones de fieles (20,4%), y crece sólo un 0,2%, mientras que Oceanía suma 11 millones, un 0,8% del total.
Un crecimiento que refleja el giro hacia el sur que impulsó Francisco en su pontificado, premiado tanto por sus viajes apostólicos en los que priorizó las periferias, como con los nombramientos de cardenales de Iglesias locales muy minoritarias y alejadas de la urbe romana, como Tonga o Myanmar, favoreciendo así el Colegio Cardenalicio más diversificado de la historia. Sin embargo, a pesar del crecimiento contenido, la distribución de los fieles plantea grandes retos pastorales. Mientras en Argentina o Polonia los católicos superan el 90% de la población, en regiones de rápido crecimiento como África, la escasez de sacerdotes dificulta la atención pastoral en las zonas más remotas.
Una crisis vocacional persistente
Sin embargo, ese contenido crecimiento del número de católicos contrasta con la disminución de sacerdotes y consagrados. Cada vez hay más fieles, pero están peor atendidos. La Iglesia enfrenta una disminución global de sacerdotes, que pasaron de 407.730 en 2022 a 406.996 en 2023 (-0,2%). África (+2,7%) y Asia (+1,6%) son las excepciones, con incrementos del clero diocesano y religioso, pero Europa (-1,6%), Oceanía (-1%) y América (-0,7%) registran caídas. Paradójicamente, Europa concentra el 38,1% de los sacerdotes (155.000), pero solo el 20,4% de los católicos, lo que evidencia un claro desequilibrio.
En contraste, América del Sur, con el 27,4% de los católicos, tiene solo el 12,4% de los sacerdotes. Un fenómeno agravado por la inversión en el flujo de sacerdotes entre regiones. Si hasta hace unos años era Europa la que proveía de sacerdotes a las zonas de misión, ahora son cada vez más los que llegan de esas regiones a Europa, primero con ánimo de completar estudios, pero después con la intención de quedarse permanentemente. Por si fuera poco, las vocaciones también decaen: los seminaristas mayores cayeron de 108.481 a 106.495 (-1,8%), con descensos significativos en Europa (-4,9%) y Asia (-4,2%), aunque África mantiene un aumento del 1,1% (34.924 seminaristas).
Desde el lado de la vida consagrada, las religiosas profesas disminuyeron un 1,6%, de 599.228 a 589.423, con caídas marcadas en Europa (-3,8%) y América del Norte (-3,6%), aunque África (+2,2%) y el sudeste asiático (+0,1%) muestran resistencia. Los religiosos profesos no sacerdotes también siguen en retroceso, salvo en África. En el caso de las monjas y consagradas, a pesar de la reducción en su número a nivel global y en algunas regiones como Europa, siguen representando un 45% más que el total de sacerdotes, y aunque su rol histórico de atención pastoral primaria en labores educativas, sanitarias o de caridad se ha ido reduciendo con el tiempo, su labor en la vida de la comunidad cristiana continúa siendo la de complementar, y en ocasiones sustituir, la de los sacerdotes.
Los diáconos permanentes: un rayo de esperanza
El único punto positivo entre los consagrados es el crecimiento de los diáconos permanentes, que aumentaron un 2,6%, de 50.150 a 51.433. América (39%) y Europa (31%) concentran la mayoría, con incrementos notables en Oceanía (+10,8%) y América (+3,8%). Aunque su número sigue siendo insuficiente para paliar el descenso de las vocaciones, con solo 13 diáconos por cada 100 sacerdotes a nivel global. Sin embargo, esta puede ser una pista para el próximo Papa, pues su expansión en regiones con escasez de clero, como América del Norte, sugiere un modelo para aliviar la carga pastoral.
Una Iglesia más global, pero polarizada
Más allá de los números, el legado de Francisco incluye una Iglesia aparentemente más abierta y descentralizada. Quienes reivindican el «en la Iglesia caben todos, todos, todos» que pronunció en Lisboa en 2023 hacen énfasis en sus planteamientos de sinodalidad, acogida a no creyentes y minorías, y mirada en la justicia social, la ecología y las «periferias existenciales». Sin embargo, ese enfoque progresista ha generado tensiones en sectores más tradicionales, especialmente en Europa y América del Norte, donde algunos cardenales han criticado la indefinición en cuanto a la doctrina moral, sobre todo en el caso de los separados vueltos a casar y los miembros del colectivo LGTB. También todo un continente entero, como África, se ha desmarcado de las bendiciones a las parejas homosexuales.
Así, el nuevo Pontífice hereda una iglesia populosa, inmersa en un proceso de transformación con un crecimiento prometedor en África y Asia, pero con el desafío de la secularización y la pérdida de vocaciones en Europa, donde pierde cada vez más influencia y, con el crecimiento constante del Islam, podría llegar a convertirse en unos años en la segunda religión. También deberá abordar la escasez de clero, la polarización ideológica y las expectativas de una feligresía global que reclama mayor participación laica y transparencia en casos de abuso.
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