Parolin, Tagle y Zuppi: los cardenales que se quedaron a las puertas de ser Papa
Se suele de decir que, quien entra Papa a la capilla Sixtina, sale cardenal. Un aforismo que también en este cónclave se ha cumplido
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Se suele de decir que, quien entra Papa a la capilla Sixtina, sale cardenal. Un aforismo que también se ha cumplido en este cónclave del que ha salido el Pontífice número 267 de la historia. Si han sonado tres nombres con fuerza para suceder ... a Francisco dentro y fuera del Vaticano, estos han sido los de los cardenales Pietro Parolin, Luis Antonio Tagle o Matteo Zuppi. Aunque tenían a un número no desdeñable de purpurados de su parte, la férrea ley del cónclave ha terminado por dejarles a las puertas del papado. Cada uno, con su impronta y sensibilidad espiritual, habría cambiado la Iglesia católica de forma muy distinta.
Pietro Parolin, el diplomático y hombre fuerte de Francisco
Para mediar en los conflictos mundiales, Pietro Parolin, el secretario de Estado de la Santa Sede, habría sido el candidato número uno. Un italiano volvía a ser obispo de Roma, además de un diplomático de raza, hombre de gobierno y gran negociador dotado de una memoria prodigiosa. Fue viceministro de Exteriores de la Santa Sede durante los últimos años de Juan Pablo II y los primeros de Benedicto XVI, y trabajó con éxito en nunciaturas complicadas como Nigeria, México y Venezuela.

A diferencia de sus dos predecesores al frente de la secretaría de Estado, Sodano y Bertone, ha trabajado con discreción sin caer en el hermetismo. Durante la invasión rusa de Ucrania logró que Serguéi Lavrov se plantease seriamente la carta vaticana para una eventual mediación. Intentó mediar entre Armenia y Azerbaiyán para la cuestión del Nagorno Karabaj e intervino para apoyar la solución de los dos Estados en el conflicto entre Israel y Palestina.
Este véneto tendría el beneplácito de los italianos y es el cardenal más conocido por los demás purpurados, la opción natural para quienes lleguen sin un candidato preferido. Presidió el cónclave, lo que le pudo haber otorgado especial visibilidad. Su carisma nunca fue su punto fuerte y en los mentideros vaticanos se decía que en su homilía de la segunda misa de los novendiales había dejado a los cardenales un poco fríos.
Su principal obstáculo siempre fue la falta de experiencia pastoral, pues nunca ha gobernado una diócesis. Se decía que Parolin iba a entrar en el cónclave con 45 votos, pero que ese iba a ser su techo. También dijeron que era un candidato 'gatopardista' «todo cambia para que nada cambie».
Luis Antonio Tagle, el asiático con raíces cántabras
El cardenal Ratzinger lo fichó para la Comisión Teológica Internacional y años más tarde, en 2011, lo nombró arzobispo de Manila, donde entusiasmó a católicos y no católicos. A finales de 2019, el Papa Francisco le dio visibilidad internacional y lo nombró prefecto de la entonces Congregación para la Evangelización de los Pueblos. Pero el carismático Luis Antonio Tagle no pareció encontrarse cómodo en un cargo de gobierno en la curia vaticana. El cardenal filipino siempre da lo mejor de sí cuando está cerca de las personas, en contextos sociales difíciles, entre gente sencilla. Hubiese sido el favorito si los cardenales hubiesen buscado un pontífice misionero, que no quisiera enredarse con la burocracia romana.

Tagle nació en Filipinas en 1957 y es hijo de un tagalo de ascendencia cántabra y de una mujer con raíces chinas. De hecho, el cardenal que se ha quedado a las puertas del Papado visitó la localidad de Tagle, que lleva su nombre, acompañado del también cardenal Carlos Osoro. Durante el precónclave, se hicieron virales varios vídeos de Tagle cantando la canción 'Imagine', de John Lennon. Ya había sido el favorito en cónclaves anteriores, lo que le granjeó el apelativo de «el cardenal de los medios». Quién sabe si también lo será la próxima vez que se cierren las puertas de la Sixtina para escoger al sucesor de Pedro.
Matteo Zuppi, el regreso de Roma a Italia
El presidente de los obispos italianos había decidió entrar en el seminario a los 22 años, tras haber terminado la carrera de Filología. Es un sacerdote sencillo, dialogante y abierto. Escribió el prólogo de un libro sobre la atención pastoral de personas homosexuales. Pertenece a la «Comunidad de San Egidio», movimiento católico de laicos que se ocupa de promover la paz. Con ellos, en 1990 logró que el gobierno de Mozambique y la «Resistencia» entablaran negociaciones tras 15 años de guerra civil, y que en 1992 firmaran la paz. También contribuyó a procesos de paz en Guatemala y Burundi. En 2017 asistió por su cuenta como testigo al acto en Bayona en el que representantes de ETA entregaron las armas, gesto que disgustó a los obispos españoles. En junio de 2023, el Papa Francisco le encargó la misión imposible de ayudar a Ucrania y Rusia a cumplir gestos humanitarios que suavizaran las tensiones, misión que le llevó a Moscú, Kiev, Washington y Pekín.
Desde hace 46 años no hay un Papa italiano, y por eso la Ciudad Eterna se entusiasmaba con este cardenal, un purpurado nacido en esta ciudad que habría podido acabar con la racha de «pontífices extranjeros». Como uno de sus títulos es «primado de Italia», este país reivindica el derecho a que el próximo sucesor de Pedro tenga pasaporte italiano. Por eso, sus periódicos y televisiones dieron bombo especialmente a éste y a otros purpurados italianos como Pietro Parolin y Pierbattista Pizzaballa.

Lo cierto es que la presencia mayoritaria de transalpinos en los cónclaves era un reflejo de la «italianidad» de la estructura de la Santa Sede, perpetuada con Papas procedentes de este país. La tendencia se detuvo de golpe tras el shock entre los purpurados por el fallecimiento de Juan Pablo I, 33 días después de su elección. Parece que la «italianidad» sigue detenida.
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