El misterio de Jimi Hendrix en la ciudad donde las murallas medievales tocan el océano
Essaouira (Marruecos) fue un mito del 'flower power' en los 60 y 70. Este verano, con una nueva conexión aérea y muchos surfistas, busca más turismo

[Fernando Pastrano, colaborador de ABC Viajar desde el principio del suplemento, falleció en Madrid en la noche del 6 al 7 de junio. Este es su último reportaje, un homenaje a un experto en Asia y una referencia del periodismo de viajes]
Mientras ... que Marrakech es la capital turística de Marruecos, Tetuán es la española; Chefchaouen, la azul; Rabat, la imperial; Fez, la religiosa, y Ouarzazate, la puerta del desierto, Essaouira es la desconocida. Ciudad portuaria en la costa atlántica, 191 km al este de Marrakech, casi enfrente de las Canarias, hunde los cimientos de sus murallas medievales en el mar y sus casas encaladas, con los dinteles de las ventanas azules que le confieren un aspecto inconfundible.
Antiguamente fue la bereber Amogdul (La Bien Guardada), a la que los portugueses llamaron Mogdura, los españoles Mogadur y los franceses Mogador, y prevaleció el nombre francés, como ha pasado en muchos otros casos. El galicismo 'minarete', por ejemplo, se ha impuesto en español a 'alminar', o 'muecín' a 'almuédano'. Y como dice la trotamundos Sarah Gilbert en la guía 'Marruecos' de Lonely Planet, fue el sultán Sidi Mohammed Ben Abdallah quien, complacido por las reformas urbanísticas de los franceses, cambió el nombre de la ciudad por el de Essaouira, 'La Bien Diseñada'.
Cuando estuve aquí hace justo veinte años ya abundaban las galerías de arte de diferente catadura, algunas bastante interesantes, otras perfectamente evitables, todas peculiares. A finales de los setenta era un pueblito de pescadores con media docena de teterías. Hoy, después de la pandemia, sus 70.000 habitantes se preparan para recibir un turismo masivo y hay calles que son una sucesión de tiendas y restaurantes sin solución de continuidad. Pero todavía es una ciudad amable, que se puede recorrer a pie sin que nadie te persiga para que compres 'barato, barato' un souvenir.
Patrimonio de la Humanidad desde 2001, las referencias a Essaouira más antiguas son de la época de los fenicios. En el siglo XVI Portugal construyó el fuerte que aún se conserva en muy buenas condiciones y que también pasó por manos españolas. Durante muchos años fue el único puerto marroquí abierto al comercio internacional y a mediados del siglo XVIII, los franceses la urbanizaron siguiendo patrones racionalistas. La mayoría de sus calles forman una cuadrícula en la que el visitante es muy difícil que se pierda. Dicen que es la única ciudad antigua de Marruecos construida sobre planos.
En los años 60 del siglo pasado, en pleno 'flower power', llegaron los primeros hippies. Buscaban y encontraron tranquilidad y permisividad. Buen tiempo y kif barato y asequible. Como dijo Valle Inclán en 'La pipa de kif' (1919) «iOh! marihuana, verde neumónica,/ cannabis índica et babilónica». Y al frente de esos melenudos llegó en 1969 el músico norteamericano Jimi Hendrix. Solo estuvo unos días procedente de París y con destino al festival de Woodstock, pero dejó huella. Todavía lo recuerdan e incluso hay un café que lleva su nombre.
La vida intramuros
La medina de Essaouira es la ciudad intramuros. Edificios azules y blancos de hasta cuatro pisos, relativamente altos en comparación con otras medinas marroquíes. Calles bastante limpias y tranquilas. El viajero puede pasear sin sentir la sensación de inseguridad. Como me dijo un ssuiris (gentilicio de Essaouira), «aquí si robas a un marroquí te condenan a tres meses, pero si robas lo mismo a un extranjero, te condenan a un año».
La forma más habitual de entrar en la medina es por la Bab Marrakech (Puerta de Marrakech), hasta allí llegan los coches y no pueden pasar al casco viejo. Hay otras dos puertas, Bab Sbaa y Bab Doukhala. En la avenida Oqba Ben Nafi está la Torre del Reloj, faro urbano visible desde casi cualquier lugar de la medina, que sirve para orientarnos y para quedar con alguien. Los locales la llaman 'El Big Ben'. Construida en los años 20 del siglo pasado es parte de la mezquita Ibn Youssef, la más grande de la ciudad.
La mayoría de lo que se vende en la medina tiene marcados los precios, pero eso no significa que no se regatee, aunque las variaciones entre lo que se pide y lo que se ofrece no son tan grandes como en otros zocos de Marruecos.
La ciudad de los gatos
Dentro de la medina no venden alcohol, la proximidad de las mezquitas impide que se pueda comprar ni una cerveza. Es lugar para el paseo, el té verde con hierbabuena y la contemplación de gatos, centenares de gatos, los auténticos señores del lugar, melancólicos e indolentes, tristes y azules, como los de Roberto Carlos.
Es verdad que en todo Marruecos hay muchos gatos, pero en esta ciudad portuaria del Atlántico cobran un especial protagonismo. Se achaca esta proliferación felina a la religión, y aunque no hay ninguna indicación escrita que lo justifique, lo cierto es que al perro se le considera impuro y al gato no.
Se ven perros balduendos vagabundear por las calles, pocos, pero nadie los molesta. El Corán dice que no hay que maltratar a ningún animal y que todos deben ser respetados. En sus suras y aleyas (capítulos y versículos) se habla de afecto hacia los animales en general desde la hormiga al camello.



Algunos musulmanes sostienen que un perro impidió que el arcángel Gabriel visitase al Profeta y que de ahí vendría su animadversión a los canes. Lo que sí está claro es que Mahoma amaba a los gatos, especialmente a su gata Muezza. Un día la encontró dormida sobre la túnica que se tenía que poner, y para no despertarla recortó el trozo de la tela sobre el que reposaba y se puso la vestimenta cercenada para que la gata siguiera durmiendo.
Muchos gatos de Essaouira no tienen dueño, sino que son cuidados y alimentados por la comunidad. Son lo que en inglés de se denomina 'mog', gato sin pedigrí. Parece que tienen su coto de caza en las cafeterías y bares.
Lo cierto es que se ven muchos gatos, pero ni una sola rata. Las mesas de las terrazas son sus dominios y da la sensación de que ellos saben perfectamente qué silla es de cada cual. Puede que te encuentres ocupado por uno de ellos el asiento de la tetería en el que ibas a sentarte, no intentes echarlo. Siéntate en el de al lado, comparte el espacio o espera que se vaya por sí solo. Él está en su casa y tú de visita.
Pistas
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Cómo ir. Desde el pasado marzo, Ryanair ha establecido una ruta aérea que une Madrid con Essaouira en menos de dos horas.
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Dormir. El Sofitel Essaouira Mogador Golf & Spa es un hotel de 5 estrellas a 4,5 km. de Essaouira. Posee un campo de golf de 18 hoyos diseñado por Gary Player.
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Comer. Mega Loft by OthmanChic de la Av. De l'Istiqlal 35, es un nuevo estilo de local que une 'Café, resto, gallery, shop y showroom', donde se da cita la movida essaouireña.
Los vientos alisios del Atlántico suelen romper con fuerza contra las Murallas (Remparts en francés). Sus baluartes y sus lienzos, en los que todavía hay una veintena de cañones portugueses y españoles, han sido escenario de películas como Otelo (1951), de Orson Welles, y más recientemente representaban a Astapor en Juego de Tronos. Dicen que si miras hacia el mar a través de la bruma del atardecer, verás barcos piratas acercándose entre halcones de eleonora.
Hasta la llegada del turismo, la pesca fue la principal fuente de ingresos. Aún es una actividad importante como lo demuestra su gran puerto pesquero en constante desarrollo. Barcas de madera todas pintadas de azul, multitud de gaviotas patiamarillas que van a ver qué pillan y con las que parece que vamos a chocar a cada paso, puestos en los que las barcas descargan merluzas, lenguados, anguilas, incluso marrajos (tiburones de aleta corta), pero sobre todo sardinas, muchas sardinas. Está sucio y huele mal pero es imprescindible, sobre todo si te gusta la fotografía. Algunos locales compran pescados y se los hacen a la plancha en chiringuitos cercanos. Después de la pandemia, los extranjeros no se atreven a tanto.
Hacia el desierto
Cinco kilómetros al sur de la ciudad está el pueblo, ya casi un barrio, de Diabat. Al borde de la carretera llama la atención por sus colores chillones el Café Jimmi Hendrix. Hay muchas pinturas murales con retratos más o menos afortunados del músico, pero ninguna foto en la que se le vea en ese lugar en el que, según afirman sus propietarios, se tomó un té. Si bien las visitas a Marruecos de otros músicos de la época como Jim Morrison, Paul McCartney, los Rolling Stones, Frank Zappa, Robert Plant o Cat Stevens están perfectamente documentadas, el misterio planea sobre la estancia de Hendrix en Diabat.
Si nos metemos en el desierto, llegaremos a las ruinas del Palacio Dar Sultan, hoy casi enterrado en la arena. Fue residencia de Moulay Abderrahmane Khalifa, el máximo dirigente de Mogador entre 1822 y 1858. Y otra vez los rumores, se dice que esta construcción inspiró a Hendrix para escribir la canción 'Castles Made of Sand', pero si se investiga un poco se descubre que la canción fue publicada dos años antes de que Hendrix llegase a Essaouira.
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