ÁNIMA NEGRA
Bill S. Ballinger, cuando el pasado es una condena
'El segundo más largo' (1956) del escritor norteamericano es un prodigioso rompecabezas narrativo con un perfecto y sorprendente desenlace
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Lo afirmó el propio Bill S. Ballinger en el prólogo a una reedición de 'El segundo más largo', una novela publicada en 1956. Confiesa el autor: «Ha sido el relato que más problemas me causó». Ballinger se fue al campo en Connecticut, pero no pudo ... escribir más que unas líneas. Regresó a Nueva York y seguía bloqueado. Finalmente, alquiló un piso destartalado, en un edificio a punto de ser demolido, en la Segunda Avenida, donde encontró la inspiración.
«El precio era bajo, la situación excelente, todo era paz y amor entre los vecinos excepto en los pasillos. Olían tan mal que tenía que apretarme la nariz», contaba Ballinger, que aseguraba que acabar esta novela fue el mayor desafío intelectual de su vida.
El propio autor fue explícito en el origen de 'El segundo más largo': «Había observado que los tipos buenos casi nunca resultan triunfadores y empecé a preguntarme qué sucedería si una mala persona trataba alguna vez de comportarse bien. ¿Lo lograría?». Así nació el personaje de Vic Pacific, el protagonista de la narración.
El suspense progresa 'in crescendo' porque Pacific ha perdido la memoria y el habla
Pacific es un hombre de 35 años que de repente aparece degollado y desnudo en una calle de Manhattan. La historia se desarrolla en un doble plano: la investigación policial sobre el crimen y el relato de los hechos, que culminan en el asesinato de Pacific. Ballinger solapa esos dos planos y genera la confusión en el lector que ignora hasta la última página el desenlace de la trama. Finalmente, une todos los hilos en el capítulo final de una manera magistral.
El suspense progresa 'in crescendo' porque Pacific ha perdido la memoria y el habla. No sabe quién es, por qué ha sido llevado a un hospital, ni guarda ningún recuerdo del pasado. Su amnesia le lleva a una carrera desesperada por recuperar su identidad y salvar su vida.
Pacific intuye que tiene un pasado turbulento y que alguien intenta acabar con él. Cuando todo está a punto de venirse abajo, conoce a una mujer llamada Bianca, que le alberga y le da trabajo. Bianca se enamora de Pacific, pero éste se halla atrapado por una oscura pasión que le domina y que no sabe expresar. La relación entre ambos está condenada al fracaso porque el amor romántico no tiene cabida en el mundo implacable del que viene este personaje sin memoria.
'El segundo más largo' está relatada como un rompecabezas que el lector está obligado a recomponer mientras avanza. Y a la vez es una narración de profunda hondura metafísica que apela a la angustia existencial y la búsqueda de las raíces. Ballinger consigue elevar el género a la condición de gran literatura, como ya había hecho con 'Retrato de humo' (1950), su libro de mayor éxito.
Esta veta existencial está presente en muchas de las novelas de Ballinger, un prolífico escritor, guionista y creador de series radiofónicas de éxito en los años 40. Vendió diez millones de ejemplares con sus libros en Estados Unidos, donde fue conocido por pseudónimos como Frederic Freyer y B. X. Sandborn, su verdadero apellido. A finales de los años 50, se convirtió en guionista de series televisivas, entre ellas, una muy popular de relatos de Alfred Hitchcock.
Había nacido en 1912 en un pequeño pueblo de Iowa en una familia de clase media, que le ayudó a estudiar en la Universidad de Wisconsin. Sus primeras novelas están escritas en Nueva York, pero luego decidió trasladarse a Los Ángeles para dar clases en la Universidad y colaborar con la industria de Hollywood. Murió en 1980 en California.
Ballinger tenía un genio innato para la narración y, como otros escritores como Scott Fitzgerald, Hammett y Chandler, fue tentado por la radio y el el cine en una época de expansión de los medios audiovisuales que buscaban talentos literarios para sus guiones.
Hay todavía algunos críticos que consideran la novela negra un género menor. 'El segundo más largo' desmiente el tópico no ya sólo por su calidad literaria sino por la agudeza intelectual del autor: «Tardé meses en empezar a escribir. Estaba bloqueado. Pero de repente encontré la inspiración y ya no podía parar. Golpeaba las teclas día y noche de forma febril». Ballinger logra contagiar ese estado al lector, obligado a leer sin parar hasta la última línea de la novela, editada en España en los años 70 y hoy difícil de encontrar.
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