EN PERSPECTIVA
América del Sur no destaca en nada
O sí. Lo que somos lo expresa la literatura, revolcando géneros desde el más desbocado barroco hasta el minimalismo. Y sobre todo las mujeres escritoras
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Edición 2024 de la Feria de Guadalajara (México)
Ya el título me intrigó: ‘América del Sur, una región que pierde relevancia’. Luego, leí la entradilla: «No logra unirse, aumentar sus índices económicos o destacarse por algo». Esta última afirmación me pegó duro, me enojó incluso. El artículo es de Inés Capdevilla, periodista de ‘La Nación’ ... (Argentina), y está lleno de cifras y de argumentos: que a pesar de tener recursos naturales inmensos es, con Europa, la región que menos crece en el mundo. Que no ha sabido ni siquiera encontrar «los consensos regionales, los instrumentos institucionales y los caminos diplomáticos» para devolver Venezuela a la democracia.
Que somos un nudo de violencias de toda índole. Y que «el crimen organizado alcanza picos históricos». Pero yo sabía que Capdevilla estaba omitiendo algo. Por eso llamé a una de mis amigas, una gran lectora y librera, le leí la frase que me inquietaba y le pregunté qué opinaba. Y entonces oí lo que quería oír, que era lo que yo ya había pensado: ¿Cómo que no se destaca por algo? ¡Pues por la literatura!
Y sí. Nos destacamos por tener una literatura que se renueva incesantemente y que nos muestra como parte de un continente con una diversidad cultural tan inmensa que resulta difícil hablar de identidad. Ni siquiera tenemos una única lengua, aunque predomine el español. ¿Qué tienen de semejante Argentina y Bolivia, Colombia y Brasil? Muchas cosas, seguramente. Pero también muchas diferencias. Lo que nadie puede negar es que nuestra poesía siempre ha sido poderosa.
Tenemos una literatura que se renueva incesantemente y que nos muestra como parte de un continente con una inmensa diversidad cultural
Y que en la narrativa, dos generaciones actuales, como mínimo, han encontrado formas completamente nuevas de examinar nuestra historia y sus atropellos, pero también el amor y el miedo, la invasión tecnológica, la familia y sus complejidades, nuestros duelos, la tragedia del migrante, los trabajos abyectos, el resentimiento, la identidad, el sexo y el género, y todo lo que constituye la experiencia de un suramericano, que abarca tanto la multiculturalidad global y la sociedad de consumo —con campesinos que visten camisetas Adidas hechas en China—, como las luchas de los pueblos originales, la naturaleza deslumbrante pero víctima del extractivismo y otras realidades inagotables.
Todo esto lo expresa la literatura revolcando los géneros, dándole nuevos sentidos a lo fantástico, apelando a la ciencia ficción o a un nuevo realismo, incorporando los lenguajes populares y los localismos, mediante un espectro amplísimo de maneras de decir, desde el más desbocado barroco hasta el minimalismo. Mucha de esa literatura, además, la hacemos mujeres que estamos hablando de realidades que estaban silenciadas.
Por desgracia, y a pesar de que ya en los noventa el chileno Alberto Fuguet dio origen al movimiento McOndo para desafiar el prejuicio de norteamericanos y europeos de que la narrativa que se estaba haciendo era «muy poco latinoamericana», este persiste. En entrevista reciente para ‘Letras Libres', Samanta Schweblin dice: «Después de muchos años en Alemania y de estar en contacto con los europeos, me doy cuenta de que (…) se espera que tres generaciones después del boom sigamos escribiendo como ellos, cuando somos todo lo contrario».