San Esteban de Gormaz: el puente que se ha convertido en muro
De cruzar 200 metros a tener que hacer 40 kilómetros: es el día a día en esta localidad de la provincia de Soria y su comarca desde que el 10 de marzo se hundió el puente de la N-110 sobre el Duero
La patronal soriana llama a apoyar a San Esteban de Gormaz, sin puente y 'aislada'

Dicen los vecinos que las caras de los niños y los mayores se parecen ahora «a las de la pandemia». Con una «tristeza» que ha ido calando. Y que con el paso de los días, las semanas, camino del mes y medio y lo ... que queda, los surcos de la pena son más profundos. Cruzar el puente, 'su' puente, el único que tienen en el pueblo ya no es como antes, desde que el 10 de marzo un pretil se hundió. Eran entorno a las 10.30 de la mañana cuando un 'voladero' se venía abajo y con él se hundía el habitual día a día en San Esteban de Gormaz (Soria) y su comarca. «Afortunadamente», en ese momento no pasaba vehículo alguno ni un peatón. Desde entonces, el tráfico está cortado y para los viandantes se habilitado un paso de poco más de un metro de ancho por el centro de la calzada de la que también es la carretera N-110 (Soria-Plasencia), que atraviesa y divide en dos la localidad.
Si hacerlo andando a no pocos provoca un «miedo» e «inseguridad», para la circulación por la que es «¡una nacional!», como recalcan, se ha convertido en toda una odisea. Y es que no tienen otra forma próxima de salvar el cauce que optar por carreteras provinciales que al verlo en un GPS asusta: un rodeo «de 40 kilómetros» para salvar lo que en realidad son apenas 200 metros. Es lo que se invierte ahora para situarse «al otro lado del puente», como ya hablan en San Esteban de Gormaz –y sus 18 pedanías–, que de una parte ha ido creciendo más en zona residencial, mientras al otro están los servicios esenciales. Es la angustia del alcalde, Daniel García, en un sinvivir desde ese día. «Es la situación más grave de la historia reciente de San Esteban», asegura. Ni siquiera quiere imaginar que tengan una emergencia y la ambulancia deba dar semejante vuelta o que si hay un incendio, los bomberos tarden en llegar más de media hora en lugar de cinco minutos. Así que, por ahora, con tesón e imaginación, van arbitrando soluciones para un día a día que no ha vuelto a ser igual. Con el centro de salud a un lado, la opción temporal para ganar tiempo es tener un vehículo sanitario al otro que facilite la movilidad de los facultativos una vez salvado el puente. Andando, eso sí. Y lo mismo con los bomberos, con una motobomba forestal y un camión para incendios urbanos como retén en una nave «cedida» por un vecino.
«Del siglo XXI»
Pero esa «no» es la solución, claman. «¡Queremos un puente del siglo XXI!», exige el regidor como sentir general. No se conforman con las obras de reparación del medieval emprendidas por el Ministerio de Transportes –de quien es competencia la carretera nacional y con un coste estimado de 1,35 millones de euros–. El alcalde exige que cuando acaben, tenga la garantía «de seguridad» para el tráfico y los peatones, pues no se les quita el temor a que como se cayó el día 10, pueda volver a ocurrir. Urgen también «otro alternativo» que permita el paso de vehículos pesados y descargue al más que centenario, pues soportaba cerca de 200 de gran tonelaje al día. Y mientras, la construcción uno provisional que, tras más de un mes «aislados», ejecutarán la Junta de Castilla y León –que asumirá las infraestructuras de apoyo y viales necesarios– y el Ejército, tras el acuerdo alcanzado hace unos días.
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Ya desde el primer momento, el regidor se fijó en el Regimiento de Pontoneros y Especialidades de Ingenieros número 12 del Ejército de Tierra, con sede en Zaragoza, pues conocía de su rapidez y eficacia en situaciones así. El 14 de marzo, los militares visitaban el terreno y veían viable esa obra provisional, alentando las esperanzas de que para Semana Santa podría recuperar en cierto modo la normalidad en una localidad que también vive mucho del turismo. Pero, no. «Se ha perdido mes y medio», lamenta Alfonso Marqués, con un negocio de artículos de Soria, souvenir y chucherías que ha notado la bajada «sobre todo los fines de semana». «Entre un 25 y 30 por ciento» ya cifra la caída en las ventas, con en buena parte de los negocios, según han denunciado también desde la Federación de Empresarios (Foes).

La Pasión ha llegado, pero los que no lo han hecho como en años anteriores son los turistas. Lo sabe bien Mayte Hernando, con alojamientos turísticos, ha tenido «menos» demanda y «cancelaciones» porque «la gente ve que la carretera está cortada». Sin la opción de la N-110, «por San Esteban no se pasa, hay que venir», coinciden los vecinos. «Se ha perdido mucha gente de paso» por un «punto neurálgico» de las comunicaciones hacia Madrid y Segovia, lamenta Alfonso, quien ya echa en falta también a clientes habituales que, obligados, han cambiado de rutina y optan por llegar a coche a otros pueblos para hacer la compra. A la mitad ha visto reducida su actividad por las mañana y teme que la obligación se convierta en costumbre y cuando vuelvan a poder cruzar con normalidad, no regresen los compradores. «Y un comercio que cierra, es muy difícil volver a abrir», advierte, con el pesar y «rabia» al intuir que haber apostado por regresar al pueblo pueda darse «al traste» por esta situación.
«Como votamos pocos, desde el Gobierno central se nos está teniendo poco cariño», lamenta Mayte, quien critica que «se les llene la boca hablando de la España vaciada, pero cuando llega el momento, nos encontramos con algo así». «¡Soria también existe!», clama Alfonso. Vista la situación también el alcalde se ha preguntado estos días «si somos ciudadanos de primera, de segunda o de sexta». En Daniel Martín, como en muchos vecinos de este municipio de unos 3.000 habitantes, escuece que el presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, sí dedicase unas palabras de apoyo a los vecinos de Talavera de la Reina (Toledo) tras ver cómo el Tajo se llevaba un histórico puente peatonal –y no lo censura–, pero nada sobre el de San Esteban, que caía tras la sucesión de borrascas que colmaban el Duero.
«La puntilla»
«Y eso es una nacional», subraya Mayte, también con un negocio de distribución y una empresa de construcción. En total, 90 empleados y, al ritmo de incremento de gastos y pérdida de ingresos, ya ha se han planteado un ERTE. «Si dura, es un problema grave», dice tras echar cálculos: con las oficinas y taller a un lado y la planta de hormigón al otro del río, lo que antes eran 3,5 kilómetros, ahora son 35, multiplicando «por diez» el tiempo y gasto de combustible, con «retrasos» en las obras. Lo mismo con la distribución a bares: lo que hasta el 9 de marzo eran 200 metros, desde entonces, 40 kilómetros. «Intentaremos aguantar lo que podamos...», señala, con muchas duras sobre las «soluciones». «¡Es surrealista en el siglo XXI!», advierte. «No podemos estar así», considera Mayte, con la «sensación de que nos están tomando el pelo». «Hay negocios para las que esto va a ser la puntilla. Y empresa que se cierra, no se vuelve a abrir», agrega, a la vez que apela a que «a alguien se el mueva el corazón».
Y como Mayte y Alfonso, Eva y Mario, los panaderos, que «para vender 40 barras», además de madrugar mucho más, ahora deben hacer casi 180 kilómetros. Carro en mano, pasan el puente andando, donde tienen otro vehículo, por ahorrar algo, siempre que no se queden sin pan y tengan que volver. Es la opción que quien puede «porque tiene dos coches» ya han decido poner en práctica algunos vecinos. Inviable para los agricultores, con tierras en ambas márgenes del Duero, pero con un apero para cada labor. Al límite de velocidad que pueden imprimir al vehículo, «se te va el día».
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