Los empleados de Barajas, al límite: «Esto es insostenible, hay jeringuillas y agresiones. Da miedo venir al trabajo»
Operarios de limpieza de Barajas narran su día a día con los indigentes: «Algunos son agresivos y nos amenazan»
El capellán y el coordinador de una ONG del aeropuerto piden a los políticos que busquen soluciones para los varados

Es el tema del mes entre la población fija del aeropuerto, la que conforman los empleados que acuden cada día allí a trabajar: la eclosión de noticias sobre los indigentes acampados en Barajas. Solo en limpieza, hay más de 700 operarios, de dos contratas ... de la misma empresa, que se reparten la tarea probablemente más ardua en el aeródromo: mantenerlo como una patena. En su día a día tienen que bregar con las centenares de personas sin hogar que acampan allí. «Siempre los ha habido, eso no es nuevo, que si cuatro o diez en una terminal u otra... Pero desde la pandemia esto ha crecido, es un no parar, es insostenible», explica Fernanda Correia, que lleva desempeñándose como personal de limpieza desde hace 33 años en el macrorrecinto madrileño.
Es, además, presidenta del comité de empresa del sindicato USO para las dos empresas de la matriz, Serveo. «Estamos sufriendo un problema importante, sobre todo al limpiar donde están. Va seguridad a despertarles, porque mis compañeros tienen que adecentar», explica. Reconoce que, sobre todo en el turno nocturno, «acuden con miedo al trabajo, porque algunos de los sintecho son agresivos». Tanto es así, que han conseguido que la empresa les permita ir en binomio y escoltados por los guardias privados en los horarios de noche. Ahora reclaman que la medida de trabajar acompañados de otro colega se extienda a las 24 horas.
Eso sí, aclara que hay de todo: «Desde personas con petición de asilo pendiente de respuesta por parte de Interior a gente que tiene su trabajo pero no posee una casa y vienen aquí a dormir, además de quienes padecen alguna enfermedad mental». Muchos, añade, son españoles.
Este martes, durante la conversación con ABC, una compañera se encontraba de juicio, como perjudicada. Serveo ha puesto a disposición de sus empleados un servicio de abogados porque son ya numerosas las denuncias interpuestas. Este último caso es el de una operaria entró en un baño a trabajar y un tipo la atacó, la empujó y la llenó de excrementos. Más grave es la agresión de otro asalariado que, al entrar en uno de los servicios, sorprendió a dos sujetos, que la emprendieron a puñetazos contra él. Ha acabado con el labio y la nariz rotos.
«Cuando los levantan para que podamos limpiar, nos llaman de todo, nos amenazan. El otro día, una encargada y un empleado fueron a retirar las pertenencias de un hombre, que las tenía en un carrito portaequipajes, y les gritó: '¡Quiénes han sido los que se lo han llevado, que los voy a rajar!' Estas cosas ocurren un día sí y otro también. Pero hay que tener en cuenta que se trata de seres humanos, así que pedimos que las administraciones se pongan ya en marcha y les den una solución, porque no puede ser que un aeropuerto se haya convertido en un albergue», reclama la trabajadora.
El paisanaje es desolador, tanto para los profesionales como para los sintecho, que al fin y al cabo son los principales indemnizados de la lucha política por quién le pone el cascabel al gato y los saca de allí. Correia tiene historias de lo más variopintas: «Nos hemos encontrado acostadas a personas envueltas en papel higiénico para salvarguardarse del frío; hay personas pernoctando en colchones de 1,35; muchos en sacos de dormir, cartones, mantas… Y durante el resto del día se camuflan entre los pasajeros, con el carrito portaequipajes, aquellos que pueden pasar más desapercibidos, porque hay otros que se ve de lejos que son indigentes».
Lo más complicado es trabajar en los baños, probablemente, donde se encuentran «jeringuillas y sangre». De hecho, son varios los limpiadores que se han pinchado con estas hipodérmicas y que están en observación médica durante seis meses, tras hacerles las pruebas del VIH, para descartar que se hayan infectado del virus del sida. Por ahora, ninguno ha dado positivo, aclara a este periódico Fernanda Correia.
Aena: «No acosamos a nadie»
ABC se ha puesto de nuevo en contacto con la portavoz de comunicación de Aena en Barajas para contrastar la veracidad de algunas acusaciones. «Nosotros no acosamos a nadie, lo que hacemos es colaborar con las instituciones que tienen competencias en materia de seguridad y de asistencia social. Aena no tiene capacidad para ayudar a estas personas», afirmó, en referencia a que considera que las responsabilidades únicas son del Ayuntamiento de Madrid y de la Policía.
Maurici Lucena, presidente del organismo estatal, dijo la semana pasada que «la legislación es muy clara»: «Si la situación de las personas sin hogar en el municipio de Madrid se produjera en el Metro o en unos grandes almacenes, la obligación de la administración competente sería exactamente análoga», dijo, en referencia al Ayuntamiento de la capital. Desde el Consistorio le recuerdan que para eso deberían tener antes una filiación de cada una de estas personas, para comprobar su situación pormenorizada y, además, saber quiénes están empadronados en Madrid. Solo a estas personas podría prestar auxilio.



Con calma y grandes dosis de sensatez se expresa Pablo Seco, el capellán del aeropuerto: «Llevo en Barajas dos años y la situación es la de siempre. Lo que ocurre es que estas personas tienen instalaciones limpias, calientes en invierno y frescas en verano, por eso vienen aquí. Para ellas es un lugar seguro, donde pueden estar sin miedo, no como en la calle, donde les pueden agredir. De toda la vida hay personas aquí que se han quedado a dormir. Es un lugar muy amplio y acogedor para los sinhogar», insiste. El hecho de que a mediados de mayo sigan refugiándose en estas instalaciones lo achaca este sacerdote a que «esta primavera está siendo muy lluviosa» para estar al raso.
Para quienes no tiene reparos en lanzar reproches son los políticos: «Cada uno echa la culpa al otro, y ninguno quiere hacerse cargo. Lo mismo ha pasado con los menores extranjeros no acompañados: estamos jugando con seres humanos a los que se les está yendo el presente y el futuro».
«Si a una persona no la vas a legalizar, expúlsala; pero si la vas a tener aquí ilegal va a estar delinquiendo o haciendo trabajos ilegales. Hay que darles una solución, porque muchos se han jugado la vida para estar aquí y tienen derecho a una vida digna», afirma, desde el humanismo cristiano.
«Lo importante es que los políticos propongan varias alternativas y pongan en práctica algunas de ellas. Aquí lo que intentan es echarse la patata caliente lo antes posible. Lo suyo sería que colaborasen entre todos», sentencia el religioso, que ha estado muchos años viviendo en Japón, «donde se solucionan las cosas de otra manera».
Esa crítica es similar a la de Gaspar García, coordinador de la asociación Bokatas, que asiste y realiza un acompañamiento, junto a los equipos de calle municipales, a los varados en las cuatro terminales. «Pasa lo de toda la vida: llevo seis años de voluntario y es igual. Mientras los partidos políticos se culpan los unos a otros, las personas sin hogar siguen olvidadas en el aeropuerto. Hay algunas personas podridas, pero como en cualquier ámbito: la política, el periodismo, los policías», dice, rompiendo una lanza por los indigentes. «La solución es que bajen al terreno, se sienten y que busquen recursos», remacha Gaspar.
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