Cada vez menos veteranos del Día D: la historia de John Roberts, un héroe centenario
Después de sobrevivir a las hostilidades, siguió una destacada carrera en la Marina Real, llegando a ser capitán del portaaviones Ark Royal y alcanzando el rango de contralmirante
Carlos III: «Debemos recordar y comportarnos con el mismo heroísmo que nuestros antepasados»
En la madrugada del 6 de junio de 1944, un joven subteniente de 20 años, John Roberts, se encontraba en el puente del HMS Serapis, un destructor británico, mientras cruzaba el Canal de la Mancha repleto de minas como parte de la mayor ... invasión marítima de la historia: el Día D. Hoy, 80 años después, quedan muy pocos veteranos de aquella crucial jornada, y sus historias son más valiosas que nunca.
Roberts recuerda vívidamente la explosión de un barco aliado cercano, el Svenner, torpedeado por una nave alemana. «El barco estaba a solo 500 yardas de distancia y hubo una explosión tremenda. Todos en el Serapis nos agarramos a algo para estabilizarnos por la onda expansiva. El Svenner se partió en dos y se hundió rápidamente. No nos permitieron detenernos para recoger a los sobrevivientes», rememora, en declaraciones al diario 'The Telegraph'. A pesar del horror, el Serapis continuó su misión, apoyando los desembarcos en Sword Beach y bombardeando la costa cerca de Caen durante días.
La memoria de esos días nunca ha desvanecido para Roberts, quien ahora vive en Whitstable, Kent, cerca del mar. Después de sobrevivir a las hostilidades, Roberts siguió una destacada carrera en la Marina Real, llegando a ser capitán del portaaviones Ark Royal y alcanzando el rango de contralmirante.
A pesar de haber celebrado su cumpleaños número 100 el pasado abril, aún disfruta de una de sus grandes pasiones: conducir. Sus recuerdos de los coches durante la guerra son llamativos: «Eran tiempos muy diferentes, no sólo por las restricciones de la guerra. Los coches eran más rudimentarios, mucho más lentos y no tenían las comodidades modernas a las que estamos acostumbrados hoy. Una manivela manual para las ventanas era un lujo, incluso un calentador se instalaba a un costo adicional», explica, en un relato que es un viaje en el tiempo.
Roberts creció en el norte de Gales y aprendió a conducir en el coche de su padre en Black Rock Sands, cerca de Porthmadog. A los 11 años, en 1935, dominó la técnica del «doble embrague», algo necesario cuando la sincronización de las marchas era una rareza. «Todos rechinaban las marchas», recuerda.
A los 13 años, ingresó en el Dartmouth Naval College como cadete y para su 16 cumpleaños compró una motocicleta BSA 250. «Las motocicletas eran un rito de paso para muchos jóvenes, una forma de transporte económica y esencial más que un pasatiempo de fin de semana», explica.
Durante la guerra, Roberts sirvió en el crucero de batalla Renown en el Atlántico Norte y en el destructor Tartar en el Mediterráneo, antes de unirse a la tripulación del Serapis en 1943. Recuerda bien el racionamiento de gasolina. «Como estaba en la Marina, me daban una asignación de combustible para mi Rover, pero apenas era suficiente. Formaba parte de la flota en Scapa Flow, en las Islas Orcadas, y eso requería un viaje épico por carretera hasta el extremo norte de Escocia». Para usar algo de gasolina para uso personal, Roberts y sus compañeros de la Marina añadían galones de diluyente de pintura al tanque. Los neumáticos también eran difíciles de conseguir y una vez tuvo que conducir 13 horas de Escocia a Gales del Norte con un neumático en mal estado.



Después de la guerra, Roberts compró su primer coche, un Lagonda Rapier azul claro, por solo 150 libras. «Lo compré de un compañero de mi curso de vuelo que necesitaba el dinero para comprar un anillo de compromiso», dice. Más tarde, adquirió un Lagonda 2-Litre en 1946, una belleza verde de carreras británico, aunque lamentablemente dañó el motor al usar el aceite incorrecto.
A lo largo de los años, Roberts ha tenido muchos coches, pero uno de sus momentos más memorables fue en 1959, cuando se abrió la autopista M1. «La gente tenía miedo de una carretera de tres carriles, pero para mí fue maravilloso no tener límite de velocidad».
Hoy en día, este veterano conduce un Kia Carens, un coche muy distinto de su primer Lagonda. Lo más curiosos es que nunca hizo un examen de conducir debido a una exención durante la guerra, y reflexiona sobre lo sofisticados que son los coches modernos. Para celebrar su centenario, Roberts tuvo la oportunidad de conducir un Aston Martin DB12. Su veredicto: «No es tan espacioso como pensaba, pero estoy más que dispuesto a cambiarlo por mi Kia», asegura este héroe de cien años cuyo testimonio es un recordatorio del paso del tiempo y de la pérdida de una generación de héroes cuyas últimas historias vale la pena atesorar mientras aún se pueda.
Esta funcionalidad es sólo para suscriptores
Suscribete
Esta funcionalidad es sólo para suscriptores
Suscribete