bala perdida
Pombo y el gorro
Hay algo en Pombo que coquetea inevitablemente con la imprudencia, con la infracción, o el desacato
Voto de chavales
Un turismo de silencio
Álvaro Pombo usa un gorro calado, de navegante de ático, que no es sólo un ajuar de friolero, sino más bien una prenda de abrigar mejor las algarabías de la inteligencia del ilustre usuario, algarabías que son tantas y tan desveladísimas, que piden algún ... socorro de sometimiento, para no ir perdiéndose por ahí. Ni se quitó Pombo el gorro la otra mañana, cuando se coronó Cervantes, porque el gorro ya es objeto interior en él, como el tintero. Yo sospecho que Pombo practica el gorro para que no se le vuelen demasiado los talentos de creador rebelde, copioso, distinto y desatado, porque él se pasa todo el rato hablando en escritor, y el gorro, entretanto, hace su faena secreta de ir regresando a su propietario todo lo dicho, para luego empujar su obra a solas, en la entrepenumbra demorada del aislamiento, ahí ya no sé si con gorro o sin él. El gorro, en Pombo, es un auxilio secreto, un cuaderno de otra índole que retiene la arborescencia de lo que él va y habla por ahí, entre la travesura de repente y la lucidez enfebrecida. El gorro es un retiro y, por tanto, un ensimismamiento, y hasta yo diría que la obra monumental de Pombo vive del diálogo con su gorro, que es él mismo, más la asamblea bestial que es todo hombre que escribe. Por eso no se lo quita ni ante los Reyes, porque el gorro está haciendo su tarea incesante, y le guarda a Pombo mucha escritura cuando el propio Pombo no escribe. Yo lo vislumbro llegando luego a casa, donde se quita un momento el gorro, y lo sacude un poco, poniéndolo todo perdido de aforismos, ideas, argumentos y otras demencias del cuerdo de atar que es Pombo, siempre bajo un astro único de inteligencia. Hay algo en Pombo que coquetea inevitablemente con la imprudencia, con la infracción, o el desacato, y eso el gorro lo recoge, y lo reserva, mientras remata el énfasis de una lámina de escritor que aúpa siempre el éxito difícil de atar la simpatía con el pensamiento, la bondad con el riesgo. Lo que yo no sé es si el gorro sabe que le han dado el Premio Cervantes.
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