Encuentran un 'buen candidato' a ser el esquivo Planeta Nueve
Los investigadores descubren en datos antiguos la señal de un objeto que podría ser el escurridizo planeta. Sin embargo, no todos están de acuerdo
El Planeta Nueve ya no tiene dónde esconderse

El hallazgo de un misterioso noveno planeta en los oscuros confines del Sistema Solar podría estar más cerca que nunca tras el anuncio de un equipo internacional de astrónomos. En un artículo que se publicará próximamente en 'Publications of the Astronomical Society of Australia' ... pero que ya puede consultarse en el servidor de prepublicaciones 'arXiv', los investigadores informan del posible descubrimiento de un 'buen' candidato a ser este mundo escurridizo, un gigante helado cuya existencia se postuló hace años para explicar las extrañas órbitas de algunos objetos más allá de Neptuno. Sin embargo, y como suele ocurrir en ciencia, este hallazgo preliminar no es aún una prueba definitiva y ya ha generado escepticismo en la propia comunidad de 'cazadores' del Planeta Nueve.
El 'aspirante' fue detectado al analizar datos antiguos de satélites espaciales, y apareció en forma de un curioso punto visible en varias imágenes infrarrojas. Lo intrigante es que dicho punto parece estar moviéndose de una manera consistente con la órbita lenta y distante que se esperaría de un planeta masivo ubicado tan lejos del Sol.
«Me sentí muy emocionado -confiesa Terry Phan, de la Universidad Nacional Tsing Hua en Taiwán y autor principal del estudio, a la revista 'Science', recordando el momento del descubrimiento-. Nos ha motivado mucho'. La comunidad científica, sin embargo, ha recibido el anuncio con una cautela considerable.
Uno de los mayores escépticos es Mike Brown, astrónomo del Instituto Tecnológico de California (Caltech) y una de las figuras clave detrás de la hipótesis del Planeta Nueve, que él mismo propuso, junto a un colega, en 2016. Brown, que no participó en este nuevo estudio, ha analizado, sin embargo, la posible órbita del objeto detectado a partir de la señal infrarroja. Y sus cálculos revelaron que este objeto tendría una inclinación orbital de aproximadamente 120 grados con respecto al plano del sistema solar.
Para entender lo que significa esta diferencia, imaginemos el Sistema Solar como un disco donde todos los planetas, desde Mercurio hasta Neptuno, orbitan alrededor del Sol más o menos en el mismo plano, como canicas rodando sobre una mesa. La inclinación predicha por la teoría para el Planeta Nueve es mucho menor, entre 15 y 20 grados. Y una inclinación de 120 grados significaría que este nuevo candidato estaría orbitando en una dirección muy diferente a la de los planetas conocidos, casi perpendicular al plano principal.
«Esto no significa que no haya algo ahí -explica Brown a 'Science'-, pero sí significa que ese algo no es el Planeta Nueve. No creo que un objeto así tuviera ninguno de los efectos en el Sistema Solar que creemos estar observando».
La necesidad de un planeta oculto
La idea de un Planeta Nueve, de hecho, surgió para explicar las inusuales órbitas de algunos objetos que residen en el Cinturón de Kuiper, una vasta región helada más allá de Neptuno poblada por millones de 'objetos transneptunianos' (TNOs), algunos de tamaño planetario, como es el caso de Plutón. Muchos de estos TNOs tienen órbitas muy alargadas y que parecen agruparse de una forma que sugiere la influencia gravitacional de un objeto masivo aún no detectado.
Sin embargo, no todos los científicos están convencidos de que un planeta oculto sea la única explicación para estas órbitas peculiares. Algunos, en efecto, proponen otras teorías, como la influencia combinada de la gravedad de muchos objetos pequeños en el Cinturón de Kuiper o incluso errores en nuestras observaciones de las órbitas de estos objetos distantes. La comunidad científica en general aún espera una evidencia observacional directa e irrefutable de la existencia del Planeta Nueve.
Un gigante helado en la sombra
Si el Planeta Nueve realmente existe, sugieren las predicciones, debería ser un mundo mucho mayor que la Tierra, posiblemente con una masa entre 5 y 10 veces la de nuestro planeta. Su órbita, además, sería extraordinariamente distante, situándose a miles de millones de kilómetros más allá de Neptuno, que actualmente consideramos el octavo y último planeta de nuestro Sistema Solar. Y sería precisamente esa inmensa distancia lo que haría que su detección desde la Tierra fuera extremadamente difícil.
Al estar tan lejos del Sol, en efecto, el planeta reflejaría muy poca luz solar, lo que haría de él un objeto demasiado tenue para ser detectado por telescopios ópticos tradicionales. Esta es la razón por la que los astrónomos han tenido que recurrir a métodos indirectos y a la búsqueda en longitudes de onda infrarrojas, que pueden revelar el calor residual de objetos fríos y distantes.
Buscando en los datos de satélites antiguos
Durante su investigación, Phan y sus colegas recurrieron a los archivos de datos de dos satélites espaciales ya retirados: el Satélite Astronómico Infrarrojo (IRAS), que operó en 1983, y el satélite AKARI, que estuvo activo entre 2006 y 2011. Ambos telescopios espaciales eran sensibles a la luz infrarroja, lo que los hacía ideales para buscar objetos fríos y distantes en el sistema solar exterior.
Los investigadores centraron su búsqueda en objetos que mostraran un movimiento lento, el comportamiento que se esperaría de un planeta masivo orbitando a una gran distancia del Sol. Un objeto tan lejano, de hecho se movería muy despacio a través del cielo en comparación con objetos o asteroides más cercanos.
Así, y después de descartar a todos los objetos conocidos, el equipo se centró en una pequeña lista de candidatos. Y tras un análisis minucioso de las imágenes de estos objetos potenciales, identificaron al que en su estudio describen como 'un buen candidato'. Un objeto que se manifestó como un punto con colores y brillo similares en ambos conjuntos de imágenes, lo que sugiere que se trata del mismo objeto capturado por ambos satélites en diferentes épocas.
Sin embargo, los propios investigadores reconocen que se necesitan observaciones de seguimiento para determinar la órbita completa de este objeto, ya que sin conocer la órbita con precisión, es difícil confirmar si realmente se trata de un planeta.
¿Un desafío a la teoría existente?
La cautela expresada por Mike Brown se basa en sus cálculos orbitales. Pero si la señal infrarroja recién detectada realmente corresponde a un planeta, su órbita altamente inclinada plantearía serias dudas sobre sobre las características que él mismo determinó para el Planeta Nueve. Por eso, Brown sugiere que un planeta con una órbita tan diferente no tendría los efectos gravitacionales necesarios para explicar las peculiares órbitas de los objetos del Cinturón de Kuiper que dieron origen a la hipótesis del Planeta Nueve.
Brown llega a plantear la posibilidad de que este nuevo candidato sea, en realidad, un planeta diferente, cuya existencia podría incluso refutar la hipótesis del Planeta Nueve original. La idea de que podría haber más de un planeta masivo sin descubrir en los confines del Sistema Solar es intrigante y no está del todo descartada por muchos astrónomos.
Por ahora, sin embargo, la existencia del Planeta Nueve, o de cualquier otro noveno planeta en nuestro Sistema Solar, seguirá siendo un tema de intenso debate. Pero hay algo que podría marcar un punto de inflexión en esta búsqueda cósmica.
Se espera, de hecho, que el Observatorio Vera C. Rubin, actualmente en construcción en Chile, estará totalmente operativo a finales de este año. Este observatorio de vanguardia está equipado con la cámara digital más grande del mundo y tendrá la capacidad de observar el universo profundo con una sensibilidad sin precedentes.
Por eso, los astrónomos tienen grandes esperanzas de que el Vera C. Rubin resuelva el misterio del Planeta Nueve en el plazo de uno o dos años, determinando si realmente existe. Su capacidad para realizar sondeos amplios y profundos del cielo podría revelar directamente la presencia de este escurridizo gigante helado, poniendo fin a años de especulaciones y abriendo un nuevo capítulo en nuestra comprensión del Sistema Solar.
MÁS INFORMACIÓN
Mientras tanto, el 'buen candidato' detectado a partir de datos antiguos ofrece una nueva pista en esta 'cacería' cósmica. Aunque aún se necesitan muchas más observaciones, este descubrimiento subraya la perseverancia de los científicos y el potencial que aún esconden los viejos archivos de datos astronómicos. La búsqueda del Planeta Nueve, pues, continúa.
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