El retorno de John Fogerty, el héroe del rock que sobrevivió a la maldición de Creedence Clearwater Revival
El músico estadounidense, que actúa este viernes en el Festival de Cap Roig, revive en directo y junto a sus dos hijos los grandes éxitos de una banda que ardió consumida por los celos, las puñaladas por la espalda y las pésimas decisiones empresariales
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En abril de 1970, sólo cuatro días después de que los Beatles implosionasen y Paul McCartney anunciase al mundo la separación de los cuatro fantásticos de Liverpool, otros cuatro tipos con camisas de franela y pintas de regentar un aserradero o, mejor aún, una ... destilería ilegal, aterrizaron en Londres, se apretujaron en el centro del escenario del Royal Albert Hall, y empezaron a soltar coces eléctricas. Todo himnos. Casi todo números uno. Baquetazos secos, soul aguardentoso y el prodigioso rugido de John Fogerty, león de los pantanos con flequillo cortado a machetazos, liderando la expedición. Si alguien buscaba un reemplazo estadounidense a los recién fenecidos Beatles, ahí estaba Creedence Clearwater Revival presentando candidatura en firme. Un año después, en 1971, la revista inglesa 'NME' los situó en el número 1 de su top de grupos por encima de, bingo, los 'fab four'.
«No eran el grupo más moderno del mundo, sólo el mejor», llegaría a decir Bruce Springsteen, fan fatal de una banda que pudo reinar pero que prefirió la más romántica pero mucho menos provechosa vía del autosabotaje y la autodestrucción. Irrumpieron como un mulo salvaje en los estertores del Verano del Amor y acabaron protagonizando una de las historias más tristes del rock del siglo XX. «Fuimos como un rayo de luz, un puro destello», diría Fogerty. Y tanto brillaron que no tardaron en arder y consumirse: siete discos en cinco años; una producción de éxitos febril, descomunal incluso para los estándares de la época; y una pesadilla fratricida y empresarial que duró varias décadas y dejó a Fogerty sin ganas de nada.
Durante años, furioso y angustiado, el compositor y líder de la banda ni siquiera pudo tocar sus propias canciones, las mismas que revivirá este viernes en el escenario del Festival de Cap Roig en la que será su única actuación en España y en el sur de Europa. No fue hasta el año pasado, de hecho, cuando recuperó la propiedad y los derechos mundiales de publicación del catálogo de Creedence Clearwater Revival y pudo respirar aliviado por primera vez en medio siglo. «Después de 50 años, por fin me reencuentro con mis canciones», celebró Fogerty. Razón de más para hacer memoria y recordar aquella media década prodigiosa, de 1968 a 1972, en la que Fogerty, su hermano Tom, Stu Cook y Doug Clifford fueron los reyes del rock americano; los líderes espirituales de un movimiento unipersonal que viajó de la Bahía San Francisco a los pantanos del sur de Luisiana fundiendo con eficacia sobrenatural y gran diligencia blues, country y soul de la factoría Stax.

Sólo en 1969 publicaron tres discos, grabaron himnos como 'Proud Mary', 'Fortunate Son', 'Down On The Corner', 'Bad Moon Rising' y 'Lodi' y actuaron en el festival de Woodstock, aunque, en una de sus primeras decisiones desastrosas, John Fogerty vetó la inclusión de la actuación del grupo en el documental y la banda sonora del festival. ¿El motivo? 'Kill All Hippies', que diría Bobby Gillespie: Grateful Dead, que tocaban justo antes, se pasaron de hora y dejaron al público tan planchado («estaban todos tirados frente al escenario, dormidos», evocaría el cantante) que no hubo manera de remontar la noche.
Ahí estaban, manifestándose de la peor manera posible, las señas de identidad de Creedence Clearwater Revival (CCR a partir de ahora): canciones como soles, retorno a la esencialidad de las raíces, y huir de la psicodelia como de un leproso a las puertas de un villorio. El puño de hierro de Fogerty, su ética del trabajo a destajo y unas letras empapadas de conciencia social y orgullo de clase se encargaron del resto. «Todavía tengo envidia del poder y la simplicidad de su música. Eran éxitos llenos de belleza y poesía y de una sensación de oscuridad de los acontecimientos, de la historia. Una tradición estadounidense que contenía orgullo, miedo y paranoia», dejaría dicho, una vez más, Bruce Springsteen.
'Cosmo's Factory'
Antes de todo eso, CCR fueron primero The Blue Velvets y The Golliwogs, encarnaciones prehistóricas de la banda que pasaron a mejor vida en 1966, cuando Fogerty se alistó en el ejército, pasó un par de años en la reserva y escribió el armazón de 'Porterville', lo que acabaría siendo la primera canción de 'Creedence Clearwater Revival', debut de 1968. En solo dos años tocarían el cielo con 'Cosmo's Factory', obra maestra del rock pletórico, blues furioso y soul empantanado.
Canalizaron el malestar de la guerra de Vietnam, se convirtieron en emblema de la música americana y fueron la piedra sobre la Springsteen, Mellencamp y Tom Petty, por citar unos pocos, edificaron sus iglesias. Obsesionado con Booker T. & the M.G.'s, Fogerty se exprimió durante años en busca del sonido perfecto y marcó distancias con los grupos de San Francisco (ellos venían de El Cerrito, una pequeña ciudad del norte del condado) no sólo estilísticamente, sino también conceptualmente: nada excesos instrumentales y, sobre todo, nada de drogas alucinatorias. «Cuando éramos jóvenes sonaba esa música psicodélica y en boca de todos estaban Grateful Dead o Jefferson Airplane. No sentía que fuera mi lugar. Yo estaba en la música de raíces. Y no se nos dio tan mal lo que hicimos», recordaría con guasa.
Para entonces, Fogerty ya se había convertido en un tipo obsesivo y controlador que, además de cantar, componer y empuñar la guitarra solista, se encargada también de los arreglos y la producción. Un hombre orquesta que acabó aniquilando cualquier ambición creativa del resto de la banda. El éxito, por lo que sea, tampoco les sentó demasiado bien. «Lo peor que le ocurrió a mi banda fueron The Beatles, porque pensaron que podían ser como ellos», puede leerse en 'Fortunate Son', las jugosas y algo revanchistas memorias de Fogerty.
Una estafa de película
Lo peor que le ocurrió a la banda, sin embargo, no fue eso, sino Saul Zaentz, dueño de Fantasy Records y megalómano sin escrúpulos que aprovechó la inexperiencia inicial del cuarteto para llevárselo al huerto con un contrato draconiano que, además de obligarles a una producción estajanovista, les despojó del fruto de su trabajo. Fantasy les dejó secos y además se quedó con los derechos editoriales de unas canciones que, en vez de hacer millonario a su autor, sirvieron para financiar y producir películas como 'Alguien voló sobre el nido del cuco', 'Amadeus', El paciente inglés'.

Así, mientras al capo de Fantasy le llovían los Oscar, a Fogerty todo lo que le podía salir mal le salía aún peor. En 1971, la guerra de celos ya se había cobrado una primera víctima y Tom Fogerty, harto de su hermano, había dejado la banda. Sólo un año después, CRR ya era historia y 'Mardi Gras', con Cook y Clifford firmando la mitad del material, fue el calamitoso canto de cisne de la banda. La tragedia, sin embargo, no había hecho más que empezar: Zaentz demandó a Fogerty por autoplagio (esto es: por componer para sus discos en solitario canciones parecidas a las de CRR, propiedad de Fantasy); el autor de 'Up Around The Bend' estuvo años sin tocar sus canciones para no regalarle ni un céntimo más a su archienemigo; y sus antiguos compañeros de banda, hermano incluido, pactaron a sus espaldas con la discográfica para muñir aún más las canciones en películas, series y anuncios.
De aquella traición quedó una herida de las que no cicatrizan, y cuando Creedence ingresó en el Salón de la Fama del Rock, Fogerty no llamó a sus antiguos socios, sino a Bruce Springsteen y Robbie Robertson. Tampoco hubo paz entre los dos hermanos, enfrentados amargamente hasta que Tom falleció en 1990 con apenas 46 años. Años antes, durante una operación de espalda, se infectó con el virus del VIH y acabó muriendo de complicaciones derivadas de una tuberculosis. «Queríamos madurar y ser músicos. Supongo que nos quedamos a medias: fuimos estrellas de rock and roll, pero no necesariamente maduramos», dijo John en su panegírico.
Como artista en solitario, Fogerty tuvo fortuna moderada con 'Centerfield' y amagó con renacer a lo grande con 'Revival', pero nada de lo que ha hecho desde que CCR pasó a mejor vida ha logrado igualar el impacto de aquellos primeros discos. De ahí que en esta gira en la que le acompañan dos de sus hijos, Shane y Tyler Fogerty, quince de las veinte canciones que suenan cada noche lleven el sello de su antigua banda. Como para tocar otra cosa.
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