la suerte contraria
Liberad a Kilmar Abrego
En 2011, Kilmar Abrego tuvo que huir de El Salvador con dieciséis años para protegerse de las bandas que extorsionaban a su familia y los amenazaban de muerte. Un impuesto revolucionario como el de ETA, un éxodo como el vasco. Optó por Maryland, una ... de las trece colonias fundadoras de Estados Unidos y a donde su hermano mayor ya había huido tiempo antes. Aquello sucedió hace catorce años. Kilmar se estableció en Baltimore y comenzó a trabajar en la construcción, como tantos inmigrantes irregulares. Porque los estadounidenses, como los españoles, alternan su inutilidad para los trabajos de albañilería con el desprecio a las personas que les salvan el culo.
«Está lloviendo en Baltimore», decían Counting Crows. Allí conoció a una ciudadana americana con la que se casó y con la que tuvo un hijo. En 2019, durante una visita a una tienda de bricolaje, fue detenido por llevar una sudadera de los Bulls, gracias a un testimonio que lo identificó como miembro de una banda neoyorquina, a pesar de no haber puesto nunca un pie en la Gran Manzana. El juez lo liberó al considerar que los indicios no eran sólidos y que, si lo deportaba, sufriría represalias por parte de las mismas bandas de las que huía. Nadie se opuso a dicha liberación. Pero seis años después, el fiscal consideró que Kilmar era un terrorista y lo deportan a El Salvador, contra el criterio del juez del distrito. El Tribunal Supremo, al enterarse, exige a Trump que facilite su retorno. El Gobierno de Trump admite que su actuación se debe a un error administrativo.
Pero Abrego sigue en una prisión de alta seguridad de Bukele, eufemismo para referirnos a esos lugares distópicos en los que se priva a los presos de la dignidad que incluso los culpables merecen. Pero Abrego no es culpable, o al menos no está demostrado que lo sea y la propia administración estadounidense exige su regreso. Bukele se niega, «no voy a devolver a un terrorista». Cabe recordar que Nayib Armando Bukele es un fundamentalista evangélico hijo de un imán que fundó cinco mezquitas. Cuento esto para que el que quiera empatizar con Bukele entienda que su base, a medio camino entre el islam y el protestantismo, es lo opuesto a los fundamentos del catolicismo y, por supuesto, a lo que entendemos por Occidente.
Quizá por esos motivos se encuentra tan cerca de Trump: líderes débiles, personalidades frágiles y cerebros discretos. El Partido Demócrata –formado por líderes igual de débiles, con personalidades igual de frágiles, pero con cerebros algo menos discretos– anuncian que varios de sus congresistas acudirán a El Salvador para exigir la liberación de Abrego. Aunque, en realidad, Abrego es lo de menos. Lo importante es que un personaje con la cara naranja y señales evidentes de estar perturbado se encuentre en rebeldía contra el sistema, contra el poder judicial y contra la democracia y no pase nada. En Judea hace tiempo pidieron liberar a Barrabás. De nuevo Counting Crows: «Está lloviendo en Baltimore. Pero todo lo demás sigue igual».
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