PERDIGONES DE PLATA
Arriba Europa
Europa es nuestro perrete pulgoso y, ahora mismo, necesita cariño, no pedradas
Baboso y cursi
Tradiciones
Me sorprende la saña con la que algunos hermanos europeos destrozan su propia casa, o sea nuestro viejo, venerable y anquilosado continente. Una cosa es la siempre necesaria autocrítica y otra, bien diferente, la crítica feroz que se dispara con una mezcla letal de bilis, ... cicuta y polonio. Si veo un perrete pulgoso que tiembla sobre la acera y llega un matón para patearle el morro, intentaré rescatar a ese pobre can, acariciarle el lomo y conducirlo hasta el veterinario para que lo desparasite. Lo primero sería lo fácil porque arrojar piedras sobre nuestro propio tejado supone caer en la moda imperante. Lo segundo desprende mayor mérito y ese toque noble que galvaniza nuestra humanidad.
Escucho voces amigas entonar el mantra de «Europa es tonta, Europa es un asco, Europa es lo peor». Sólo les faltaría añadir un «Europa es culpable» para homenajear el «Rusia es culpable» de Serrano Suñer. Necesitamos resetear la actual Europa, lo sabemos, estamos de acuerdo. Pero no somos los tontos de la pandilla. Y si lo somos, mejor disimular y lavar los feos trapos sucios en casa. Europa, no lo olvidemos, es Grecia, Roma y el Renacimiento. Europa, qué demonios, son Pasteur, Ramón y Cajal y Francis Mójica (le escamotearon el Nobel). Europa huele a la piel de Madame Bovary, a las ansias de medrar de Julien Sorel, a los pinos mediterráneos de Azorín y Pla, a la tahona de Baroja y a los fusilamientos de Goya. Europa son la catedrales, las enciclopedias, la ilustración y las revoluciones. Europa es Astérix, Obélix, Makoki, Tintín y Carpanta. Europa, en fin, es el triunfo de Airbus sobre Boing, las conquistas sociales, la covacha que nos protege ante la tormenta y un cupo de bienestar razonablemente óptimo. Europa es casi todo, por eso extraña el discurso de tantos vecinos que lamentan su suerte en un ejercicio que linda con un postureo de sadomasoquismo. Personas de medio mundo tratan de incrustarse en Europa. Por algo será. Europa es nuestro perrete pulgoso y, ahora mismo, necesita cariño, no pedradas. Arriba Europa.
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