TODO IRÁ BIEN
Las divisiones del Papa
No hay aparato tecnológico, red social o panfleto ateísta que no esté pendiente estos días del Vaticano
El 'pop-up' de Dios
La expectación por la elección del nuevo Santo Padre es la negación de la laicidad y la separación de Iglesia y Estado. No es que lo niegue yo: lo hace la total y absoluta unanimidad de los medios de comunicación que estuvieron ayer pendientes de ... la primera humareda del cónclave, incluso con más insistencia y fascinación que cuando Donald Trump fue reelegido presidente de los Estados Unidos. ¿Cuántas divisiones tiene el Papa?, preguntó Stalin. La respuesta es la Historia moderna de Europa, surgida del final de la Segunda Guerra y la caída del Muro.
Podemos seguir negando a Dios. Podemos escondernos de Él, con odio o con complejo, si es que no son una cosa y la misma. Podemos expulsarlo de las aulas, de nuestra economía, de nuestras fuentes de conocimiento. Pero el arte más importante del mundo continuará siendo sagrado. La música, la literatura. Lo que está bien, lo que está mal, lo que nos alegra o nos hace llorar. Todo y todos estamos y estaremos para siempre igualmente tensionados a su naturaleza, a su libertad, a su presencia imposible de borrar en cada uno de nosotros. No hay aparato tecnológico, red social o panfleto ateísta que no esté pendiente estos días del Vaticano. Sobre todo los que luego más reniegan de la Iglesia, y más intentan reducirla a sus defectos –que por supuesto los tiene, como cualquier obra humana–; sobre todo los que más enfadados parecen con la existencia de Dios son los que más por seguro la dan con sus disquisiciones pretendidamente adivinatorias sobre quién y por qué será elegido el sucesor de Francisco. Es apasionante ver cómo el sentido del humor de la Creación alcanza a los más descreídos, y los abraza en su obsesión racionalista, riéndose muy por encima de su terquedad.
También los que más quieren apartar a Dios del debate público son los que más implicaciones políticas tratan de atribuir a los criterios con que va a desarrollarse el cónclave. No se dan cuenta de cómo ellos mismos desmienten cualquier posibilidad real de extirpar a Dios de nuestras vidas, y cómo por agresivo que sea formalmente su discurso, siempre va y vuelve al mismo punto. Nadie se resiste al poder del Misterio ni a la atracción de la liturgia. Nadie es capaz de cortar de cuajo el cordón umbilical que nos une a nuestra trascendencia y nos define como humanos y nos diferencia de las bestias.
Desde la muerte de Francisco hasta que conozcamos a su heredero serán días de vernos reflejados en el espejo más real que tenemos. El que nos recuerda de qué no podemos escapar y el que nos da sentido y esperanza. Odiar es muy cansado, mucho más agotador que amar, y además ensucia y no sirve para nada. Pensad en esto, los enfadados, mientras no podéis dejar de mirar a San Pedro y preparáis vuestro corazón para la fumata blanca.
Esta funcionalidad es sólo para suscriptores
Suscribete
Esta funcionalidad es sólo para suscriptores
Suscribete