entrevista
«Aunque no vino a Sevilla, al Papa Francisco le encantaban las hermandades. En Roma hay pero no es lo mismo»
El sacerdote sevillano Antonio Mellet, oficial de la Congregación para el Clero de Roma, tuvo trato con el Sumo Pontífice
¿Un papa español?: «El cardenal Omella es muy parecido a Francisco, muy cercano y accesible. Y formó parte del G-9, el círculo más íntimo del Papa»
«Francisco no parecía un Papa y siempre nos preguntaba antes de cada reunión si teníamos hambre o sed. O si estábamos cansados»

El sacerdote sevillano Antonio Mellet se incorporó como oficial a la Congregación para el Clero en Roma hace tres años y desde entonces forma parte de la Curia vaticana. Este doctor en Derecho Canónico fue párroco en la Algaba y Sevilla Este y rector de ... la Macarena. Fue viceconsiliario del Movimiento de Cursillos de Cristiandad en Sevilla y llevó el cuidado pastoral de las Hermandades del Trabajo.
-¿Qué recuerdos tiene de su etapa como párroco en la Algaba y Sevilla Este?
-Estuve ocho años de cura, cinco en Sevilla Este como coadjutor y tres en La Algaba, fueron años maravillosos. Como una gran luna de miel, de contacto con la gente y de aprender a ser cura.
-¿Y de los ocho años como rector de la basílica de la Macarena?
-Estar tan cerca de la Virgen y comprobar la devoción de tantos miles de personas, no tiene precio. Difícilmente podré volver a vivir algo así.
-¿Le dio pena tener que dejarlo para ir a Roma?
-Me dio pena dejar la basílica de la Macarena, la hermandad y mi vida en Sevilla. Tuve que dejar a mi familia y a mis amigos pero era tan grande la ilusión por una vida nueva que tiré para adelante con alegría. Y después de tres años me reafirmo en la decisión que tomé. Echo de menos lo que dejé pero valoro mucho lo que tengo.
-¿Qué es lo que más echa de menos?
-Las hermandades y la piedad popular, aquí la hay pero no es como la de Sevilla. En Roma se es más frío en la liturgia y en las iglesias. Pero quizá lo que más echo de menos es el trato cotidiano con las personas, el ministerio sacerdotal.
-¿Es lo mismo que le pasaba al Papa Francisco?
-Yo creo que sí. En su caso echaba de menos el contacto con las personas que le permitía ser obispo de Buenos Aires. Ese trato con las personas, el evangelizar, es lo que le movía a él.
-Sin embargo, nunca quiso volver a Argentina.
-Al parecer, en los últimos meses manifestó su deseo de ir, pero la enfermedad no se lo permitió.
-Tampoco vino a España ni al II Congreso Internacional de Hermandades y Piedad Popular de Sevilla.
-Aunque no vino, le encantaban las hermandades y la piedad popular. Y no nos olvidemos de la rosa de oro que le concedió a la Virgen Macarena como reconocimiento a esta devoción universal. En los primeros años de su Pontificado habló mucho de la piedad popular y la potenció mucho.
-El Papa Francisco era hijo de inmigrantes italianos que se establecieron en Argentina. ¿Puede explicar eso en parte su defensa acérrima de los inmigrantes y su emotiva visita a Lampedusa?
-Creo que no, que eso estaba en su espiritualidad. El Papa era muy sensible al dolor humano, no sólo con los inmigrantes, también con las mujeres víctimas de trata, los cristianos perseguidos, los no nacidos, los ancianos abandonados, los sintecho o los desempleados. Esa es la doctrina social de la Iglesia pero quizá no habíamos visto a un Papa emocionarse tanto con el dolor ajeno hasta las lágrimas.
-¿Sevilla y Roma se parecen en muchas cosas?
-Muchísimo. Se parecen en el número de iglesias que hay, el ambiente de religiosidad, la devoción al Señor y a la Virgen. Incluso las ciudades se parecen, a pesar de un urbanismo diferente. Eso me ha ayudado a adaptarme a Roma. El clima es también parecido, aunque llueve más que en Sevilla
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