literatura
Jon Echanove: «Sevilla era una ciudad peligrosa para vivir en el siglo XVII, pero al mismo tiempo debió de ser espectacular»
El escritor ha publicado su novela 'El aprendiz' (Ediciones B), donde se mezcla lo picaresco con las aventuras y la denuncia social
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Jon Echanove es consultor de profesión y escritor de vocación. Recientemente ha recreado de forma magistral la Sevilla del siglo XVII en su novela 'El aprendiz' (Ediciones B). La trama narra la historia del Lagartija, un huérfano que malvive en Triana, cuya vida dará un ... giro de ciento ochenta grados cuando conoce al mercader flamenco Hendrick van Belle. Se trata de una trama que muestra las luces y las sombras de esa gran ciudad que controlaba el comercio de las Indias.
—¿Por qué 'El aprendiz' es una novela distinta?
—Quería hacer una novela de mercaderes. He dedicado mucho tiempo de mi vida al comercio internacional. Había una carencia de la vida de los mercaderes en el imperio español. En Sevilla estaba la Casa de la Contratación. A partir de ahí empecé la investigación.
—El tema de la picaresca también es importante.
—La parte de la picaresca me parece muy interesante, no sólo por las aventuras y desventuras del pícaro, sino como forma de presentar las desigualdades. En el siglo XVII había una gran desigualdad social en Sevilla. Los mercaderes, eclesiásticos y nobles vivían muy bien, pero por otra parte había una gran parte de la sociedad que vivía muy mal, entre ellos los pícaros, muchos de los cuales eran huérfanos.
—¿Es esta es una novela de aprendizaje?
—La novela mezcla el aprendizaje y la denuncia social. También hablo de lo bien organizado que estaba el viaje a las Américas. En el siglo XVII, de los cien barcos que iban a América, regresaban noventa y cinco. Se desarrolló un sistema de flota muy bien organizado con una tecnología de navegación que se basaba en el galeón, que durante ciento cincuenta años dominó el panorama naval. Me sorprendió descubrir lo bien estructurado que estaba ese comercio. La gente no invertía su dinero a la aventura. Hacía negocios en las Américas, pero no invertían a lo loco, lo hacían sobre algo muy bien estructurado.
—La aventura es otro elemento esencial.
—La novela narra unas aventuras con un tono muy entretenido y hay igualmente una parte de madurez. Cuido mucho la psicología de los personajes. A través de la figura del Lagartija, analizo cómo es la maduración. Estudio las estructuras de poder a través de un niño abandonado. El niño es un personaje ingenuo e indefenso para el sistema. No quería un adulto que estuviera cuestionando permanentemente las cosas. Es muy fácil cuestionar el sistema desde la mirada del siglo XXI, por eso quería presentar el sistema de aquella época sin enjuiciarlo, y eso lo hago a través de la mirada de un niño.
—El Lagartija y Hendrick van Belle son personajes muy opuestos, ¿no es así?
—El Lagartija es la inocencia y el deseo de mejorar por pura supervivencia. Es la búsqueda honesta del amor. El comerciante Hendrick van Belle es su antítesis, ya que se trata de un personaje oscuro y muy dañado. Le ofrece al Lagartija la oportunidad de salir de las calles, pero a un precio muy alto. Es un camino diferente que lo va a sacar de la miseria.
—¿Cómo era esa Sevilla del XVII?
—El mercado de las Américas era monopolio de la corona. Estaba restringido a súbditos de la corona, pero Sevilla era una ciudad multicultural. Había flamencos, francos, alemanes, etc. Había tantos flamencos porque estos encontraban un modo de vida en el comercio con las Indias, bien porque movían parte de lo que traían las flotas a otras ciudades o bien porque, mediante el uso de corruptelas, ellos fletaban los barcos que iban hacia América. Sevilla era una ciudad peligrosa para vivir, pero al mismo tiempo debió de ser espectacular. Una investigadora decía que para la gente del XVII los galeones debían ser lo que para nosotros una nave espacial. Tuvo que ser extraordinario ver a esos galeones descargando mercancías en esa Sevilla multicultural. La raza todavía no era un elemento de privilegio, discriminación o de exclusión social. Eso vendrá después con la trata de esclavos en la segunda mitad del XVII y en el XVIII. En muchas pinturas de la Lisboa de finales del XVI o del XVII se ven muchos mercaderes que eran negros.
—Los lectores han destacado que su novela se lee de un tirón.
—Mi intención era hacer una novela con un ritmo trepidante. Leo mucha historia y filosofía. Me gustan que las novelas sean ágiles.Me encanta mezclar el entretenimiento con la profundidad. Que sea una novela entretenida con reflexiones profundas y que no sean banales. Me alegro de que los lectores vean esa agilidad en la lectura.
«En la novela quiero una historia bien construida, pero que no haga alarde de los elementos. Si quisiera aprender historia no leería novelas, lo que busco es entretenerme»
Jon Echanove
Escritor
—¿Cree que se abusa de novelas históricas con demasiados datos?
—Creo que en una buena novela, ya sea o no histórica, la documentación tiene que estar escondida en la trama. Si se ve demasiado la documentación, la novela se convierte en una trama de cartón piedra. Yo creo que el ejercicio más difícil es ocultar esa documentación. Como lector agradezco que no haya un exceso de información, que una novela me invite a curiosear. En la novela quiero una historia bien construida, pero que no haga alarde de los elementos. Si quisiera aprender historia no leería novelas, lo que busco es entretenerme. Eso también lo busco en los personajes. Estos tienen que ser coherentes con su época y evitar comportamientos extremos. Los personajes se deben mostrar con su propia personalidad, independientemente de la época histórica en la que están. En mis novelas huyo de usar elementos históricos concretos. Lo que quiero es mostrar la cotidianeidad de un tiempo histórico concreto.
—Usted describe una época de la que tenemos buenas referencias gracias a Velázquez y Murillo.
—La pintura de Velázquez y de Murillo, pero sobre todo la de Murillo, permite visualizar como escritor todas esas vivencias de la Sevilla del siglo XVII. Los cuadros de Murillo donde están los huérfanos te permiten visualizar la ropa que llevaban y la miseria en la que vivían. Es muy difícil encontrar pintura de la cotidianeidad y Murillo y Velázquez lo hacían. Brueghel es un pintor belga que retrata también a los campesinos y comerciantes.
—¿Qué está escribiendo ahora?
—Estoy trabajando en la continuación de 'El aprendiz'. El mundo del comercio da mucho juego. Hay muchas posibles aventuras que contar y esta vez mirando hacia Asia. Retrataré la madurez del Lagartija. Nos moveremos hacia Asia a un mundo más desconocido para el público español que tuvo mucha importancia en las decisiones del imperio de España: la India y el sureste asiático. En el sureste asiático ya existían unas redes comerciales que llevaban funcionando mil años con los chinos, los japoneses, los siameses, los persas, etc. Eso era lo que buscaba Colón, pero se encontró otro continente donde no había una red de comercio. Los ingleses, portugueses y los holandeses parece que tuvieron más éxito que el imperio español en cuanto a lo comercial, pero estos se expandieron hacia el este y allí había redes de comercio ya establecidas. En América no había una red de comercio y se tuvo que hacer todo desde cero. Ese contraste me gustaba explorarlo y novelarlo.
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