LAPISABIEN
Elizondo, el escribidor
No es la suya una voluntad de teorías, sino de teorías de voluntad
Teruel existe
Sebastián Elizondo (mantendremos su firma apócrifa falseada doblemente) iba día a día, hora tras horas, convirtiendo Madrid en su París soñada. Discípulo atemporal de Vallejo, llegó a la ciudad con el anhelo entre los dientes. Publicó algo nada más llegar, aquí vio pronto ... que los saraos se comían y se guisaban entre unos pocos.
Cursaba o cursa el doctorado en Literatura, pero no es la suya una voluntad de teorías, sino, más bien una teoría de voluntades. No repudiaba a los académicos pero era y es un hombre de acción. Así al menos desde que lo conocí.
Es suyo el mérito de levantar una generación de la nada, y hacerse pope insurrecto y quemarse o triunfar con ella. Muchos le siguieron en su aventura, desesperada y lírica. Me he acordado de él, al que cito por pseudónimo, porque he visto una foto suya y mía, en un congreso de escritura en Madrid. Servidor tenía pelo aún, lucía juvenil, y Elizondo, sonreía con el brillo de la victoria.
Elizondo se vanagloriaba o se vanagloria de tener una relación con el llorado Vargas Llosa, que, excepto lo que pasó con Gabo, Mario, mantuvo relaciones cordiales con todo el mundo decente. Elizondo ya no me invita a las veladas literarias, pero sé que es un señuelo. Allí se recita, se lee, se celebra la amistad. Una tertulia itinerante, como la de Cansinos Assens es la que tiene este buen hombre.
Sebastián tiene por costumbre un largo gabán en los fríos, y una guayabera en los tórridos. Aparte de unos 'quevedos' que le complementan la indumentaria. Hay un Madrid real, literario, que vive más allá de las meras presentaciones de libros. En la pandemia, y después, se perdió esa gozosa tradición de echar versos al aire que Elizondo tiene como propia. Bendito sea Elizondo.
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