LA TRIBU
Aquel campo
Te da tanta pena ver el tráfico por las calles como ver el campo siempre sin un alma
NI el campo ni el pueblo, ni las calles ni los caminos. Si te asomas al campo, te da pena lo deshabitado que está; si paseas por el pueblo, te horroriza ver que no hay calle que no esté ocupada por los coches. Te da ... tanta pena ver el diario tráfico por las calles como ver el campo siempre sin un alma. Recuerdas al penúltimo romántico, todos los días yendo a sus olivos, a sus higueras, a sus almendros, a su casita asomada a la vega y a la vía. Y recuerdas al último, que dejó de inclinarse sobre la tierra para acabar criando plumas y picos y compartiendo con amigos un mosto y unas palabras en una casita de campo, humilde, que tiene tanto de ermita como de casa. Los demás fueron dejando de ir a lo suyo o a lo de su mujer, donde tenían querencia por el camino y pasión por el cachillo tierra que trabajaban, tan generosos. Los demás, ¿dónde?
Ese dónde se va a los cabreros, a los vaqueros, a los porqueros, a los muleros, a los gañanes, a los carreteros, a los hombres que no podían vivir sin pasar un día en la tierra, propia, ajena o en aparcería. Dolía el campo, entonces. Dolía y el hombre estaba junto a la tierra como quien no se separa de la cabecera de un ser querido y enfermo. Los hombres iban a los trigos, a las viñas, a los olivos, a las huertas, y conocían de su íntimo y diario territorio –y de todo el territorio que se alcanzara desde el camino– todos los detalles: si unas tomateras tenían enfermedad, si unos naranjos tenían las hojas retorcidas, si unos olivos pedían lluvia a gritos o si las espigas habían enrubiado súbitamente con unos cuantos días de sol entero de abril. Andas el campo y ya no te encuentras con nadie… ¿Cuántos años hace que no cruzas un «buenas tardes» o un «buenos días» con un labriego, un pastor, un cabrero, un carretero? Hablan de la preocupación de los pueblos vaciados… ¿Y el campo sin gente del campo? Bendita sea la máquina, que vino a quitar tantas fatigas braceras. Pero también se ha perdido aquel trato diario con el campo y con los animales, ese trato que tanto ennoblece. Un día, la gente volverá al campo, por necesidad de vida. Pero, mientras tanto, qué solo el campo, qué triste, qué falto de hombres. Sobran coches en las calles y faltan hombres en el campo. Y da pena, porque somos más campo que máquina.
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