Alfonso XIII ordenó en 1927 importar el modelo universitario más avanzado
Pablo Campos Calvo-Sotelo es un especialista en el urbanismo y arquitectura de las universidades españolas. Su último libro -ya presentado en diversos campus de EEUU y ante la «Society for College and University Planning» (SCUP)- se titula «El Viaje de la Utopía» y cuenta la inspiración norteamericana buscada por Alfonso XIII para la Ciudad Universitaria de Madrid.

WASHINGTON. Tras casi cuatro años de trabajo intensivo, el joven arquitecto Pablo Campos Calvo-Sotelo ha elaborado un sugerente libro «con alma de novela» sobre la influencia que las grandes universidades de Estados Unidos tuvieron en el avanzado diseño de la Ciudad Universitaria de Madrid, proyecto impulsado de forma personal y decisiva por Su Majestad Alfonso XIII. Para acometer lo que él mismo calificó como «la obra de mi reinado», el Monarca envió en 1927 a un grupo de sus mejores asesores para analizar y visitar las universidades más prestigiosas de Estados Unidos, con vistas a importar las lecciones pertinentes hasta la capital española.
Peregrinaje de intelectuales
En el otoño de 1927, la expedición académica partió finalmente en este «viaje de la utopía», que da título al nuevo libro de Pablo Campos Calvo-Sotelo, profesor de Arquitectura en la universidad Camilo José Cela. El grupo madrileño de asesores estaba formado por José Casares, decano de la Facultad de Farmacia; Antonio Simonena, catedrático de la Facultad de Medicina; Julio Palacios, catedrático de la Facultad de Ciencias; y Modesto López Otero, director de la Escuela de Arquitectura de Madrid. Comité de notables que para poder llevar a buen término este encargo del Rey contó con la ayuda de la Fundación Rockefeller.
Después de haber recorrido una serie de centros universitarios europeos, el 27 de septiembre de 1927, esta comitiva de «hombres sabios» partió desde el puerto de Santander a bordo del vapor «Manuel Arnús» en una travesía de consecuencias trascendentales para las universidades del Viejo Mundo. Este periplo americano de dos meses les llevó por los campus de Yale, Harvard, Massachusetts Institute of Technology, Michigan, Rochester, Washington, Baltimore, Princeton y Columbia en Nueva York. Y no satisfechos, ampliaron su gira al vecino Canadá con visitas a las universidades de Toronto y Montreal.
Por aquellos tiempos, antes del «crack» del 29, Estados Unidos disponía de 530 instituciones universitarias, incluidos más de un centenar de campus con diez mil estudiantes. En comparación, en España sólo existían en esa época apenas una docena de universidades y en las antípodas del concepto norteamericano de campus. El arquitecto López Otero, responsable del diseño global de la Ciudad Universitaria, reconoció al visitar Harvard: «Para la vida colectiva hay en cada residencia de estudiantes un comedor y una sala de tertulia. Los dormitorios son individuales, pero cada dos estudiantes tienen común el cuarto de estudio y el baño. Todo ello es más lujoso y confortable que un departamento en un hotel de primera categoría».
Concepto pionero en Europa
Al final, este verdadero viaje de estudio destiló todo un nuevo concepto de vida universitaria, pionero en Europa y que implicaba la residencia de los estudiantes en el campus, en el que se buscaba un equilibrio entre la formación intelectual y la vida deportiva. El viaje también inspiró un nuevo concepto urbanístico-arquitectónico para el proyecto universitario impulsado por Alfonso XIII. El resultado fue un diseño para aplacar «el hambre de espacio, de aire puro y de silencio», en expresión de López Otero, que apostaba por amplios recintos académicos; presencia destacada de la naturaleza; proyectos unitarios y monumentales; planificación en espacios abiertos, donde los edificios se dispersaban de un modo armónico. Ideas que claramente rompían con la configuración de las viejas universidades españolas y europeas, de raíces claustrales.
Al comprobar toda una realidad física universitaria novedosa -el campus- capaz de identificar la personalidad de una cultura emergente como la de Estados Unidos, los responsables de la Ciudad Universitaria de Madrid no dudaron en construir el primer campus a la americana del Viejo Continente. Esta influencia se materializó en 320 hectáreas en La Moncloa, terrenos donados a instancias del propio Alfonso XIII. Una apuesta de futuro que inspiró posteriormente proyectos similares en otro lugares de España, Europa e Iberoamérica.
Pablo Campos Calvo-Sotelo aspira a que su nuevo libro-odisea, publicado por la Editorial Complutense, forme parte del actual debate planteado en España en torno a la calidad de nuestras universidades. En su opinión, para las reformas que ahora se hacen necesarias «hay que recuperar el impulso de la utopía, como imprescindible motor de transformación». Su particular sugerencia es que si el mundo de la educación superior aspira a recuperar durante el siglo XXI todo su perdido protagonismo social, «la Universidad, con todos sus recursos humanos, académicos y arquitectónicos, ha de construir el futuro a partir de la reinvención de su fecunda memoria... Lo que exige que definitivamente oriente su esencia y significación (y sus fachadas), precisamente hacia el hombre».
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