parrillada mixta

Se vive mejor sin libros

Nos ahorramos así la difusión y el establecimiento, al dictado, de un canon literario sesgado por el adoctrinamiento

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Es en jornadas como las que siguen a la muerte de un escritor de la dimensión de Mario Vargas Llosa, especialmente la del pasado lunes, funeral mediático de cuerpo presente, cuando menos en falta echamos la existencia de programas literarios en la televisión comercial. Mejor ... así. Nos lo pasamos teta redescubriendo la obra del autor de 'La ciudad y los perros' a través de los comentarios de quienes desde los magazines de sucesos y perraje rosa, también amarillo, echaron el día trazando en directo y por derecho el perfil social, conyugal y familiar del Nobel de Literatura. Mejor así.

Si el medio es el mensaje, que cada palo aguante su vela en el funeral civil, aquí televisivo y televisado, y llore a sus propios muertos. El material documental que cada medio conserva en su respectivo archivo de las personalidades que nos van dejando es la vara de medir su relevancia a la hora de darle boleto y decirle adiós con el corazón. Hay poco que rascar de un escritor en la televisión comercial, que afortunadamente está para otra cosa, entretener, y que en el caso de Vargas Llosa tuvo al menos la oportunidad de agarrarse al clavo ardiendo de sus canas al aire, impecables.

Se vive mejor sin libros en una televisión comercial cuya intelectualidad –Belén Esteban, Lalachus, Inés Hernán– cambia de cadena para sentar cátedra sobre lo que de verdad importa a quienes la sintonizan. Nos ahorramos así la difusión y el establecimiento, al dictado, de un canon literario sesgado por el adoctrinamiento que de manera transversal recorre la oferta de ocio de nuestras cadenas, en particular la pública, donde apenas Carlos del Amor y del Covid, blanqueador de pelagatos y agradador ministerial en tiempos de pandemia y encierro gubernativo, asoma la patita, aseada como las canas de Vargas Llosa, para amagar con un 'reader's digest' en cuyo desarrollo y programación estable miedo da pensar. Total, ya escriben ellos novelones para cubrir la cuota literaria de sus emisoras y satisfacer al público generalista que los sigue, venera y rebobina.

Se vive mejor sin libros en una televisión comercial que afortunadamente ha dado la espalda a una producción literaria que en manos sucias de ideología no podría sino manchar de dogmatismo sus recomendaciones y, a través de la charla y la sonrisa zalamera, programar e instituir un catálogo de escritores sistémicos que así nos ahorramos, al menos con la tele puesta. Se vive mejor con las obras incompletas de Isabel Preysler.

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