Televidente
'La familia de la tele' llega a La 1: el carnaval de todas, todos y todes
El desembarco del universo 'Sálvame' en La 1 se celebró con un gran desfile que confirmó la mutación definitiva de TVE, que pasa a ser una cadena privada pagada con dinero público
Los 'huérfanos de la tele' llegan a Prado del Rey: «¿Qué somos? Españoles. ¿Y qué nos gusta? El mamarracheo»

El primer lunes se murió el Papa; el segundo, el país entero se apagó: la conclusión lógica era que al tercero se celebrara, como broche, el desfile de 'La familia de la tele', nombre oficial del desembarco del universo 'Sálvame' en La 1, un estreno ... con el que culmina la larga travesía por el desierto de la irrelevancia de una gente y un tono –el petardeo, el mamarrachismo– que creíamos desterrados de las parrillas tras la reestructuración de Mediaset. Pero Belén Esteban, María Patiño, Kiko Matamoros y compañía han vuelto, ahora convertidos en servidores públicos, casi en funcionarios, y con ellos se transforma la concepción misma de TVE, que pasa a ser una televisión privada pagada con dinero público. Es una jugada maestra que se estudiará en el futuro, de eso no cabe duda. Lo que no se sabe es si será como modelo o como crisis, como causa o como consecuencia, como principio o como fin. Como una revolución del entretenimiento o como la primera campaña para la evasión de impuestos pagada con impuestos.
Lola Flores podría tener razón: si una peseta diera cada español… ¿Qué no se puede conseguir así? Es una lógica que ha llegado hasta La Moncloa.
«Este lunes promete ser histórico», dijo Cayetana Guillén Cuervo, que presentaba el circo con Paloma del Río, rescatada para la causa.
El programa empezó con un reto a lo 'Pekín Express' en el que los participantes tenían que ir por parejas de Torrespaña a Prado del Rey sin usar dinero: se valían de la buena voluntad de los españoles, en un resumen perfecto de lo que estaba sucediendo. A lo lejos, los trabajadores del ente público observaban el jaleo en la distancia (¿de seguridad?, ¿de intriga?). Los rótulos los escribían a lo 'Cachitos', que es al humor lo que Rayden a la poesía: «Parejas de helecho», «Con un par»… Los primeros en llegar al destino fueron Lydia Lozano y Víctor Sandoval. Alguien rotuló: «Hoy es su Ly-día». También hubo fallos de conexión y de sonido que le daban textura de 'reality' a la cosa.
Ese fue el prólogo, pues 'La familia de la tele' tuvo que dar paso a 'Valle salvaje' y 'La promesa', palabras mayores, mientras continuaba su aventura en RTVE Play, que fue donde Inés Hernand, ahora amiga de Cristina Cifuentes y Belén Esteban, se dio a conocer. En esa intimidad online, Paloma del Río aprovechó para retransmitir la nueva lógica oficial: RTVE era la casa del entretenimiento de todos, y por tanto necesitaban a los mejores en el mundo del entretenimiento.
También dijo que 'La familia de la tele' iba a ser un «gran contenedor». El contenido es la palabra clave en este asunto, en este siglo: disueltos los géneros y las distinciones no ya entre alta y baja cultura, sino entre cultura y lo demás, todo ha pasado a ser contenido. El salto lógico, claro, es que todo el contenido es valioso, y por eso ya nadie habla de telebasura. Eva Soriano lo expuso con clarividencia cuando Montoya dio la vuelta al mundo: «Estoy cansada de que te juzguen por los contenidos que ves. Gente que de repente te dice: no, es que yo no veo 'realities', yo es que me gusta más ver cosas como 'El apartamento'. ¿Qué te piensas que es 'El apartamento'? (...) El hecho de que yo vea un 'reality' no me hace menos culta que tú». Y así acaba RTVE rescatando 'Sálvame'.
«El entretenimiento de calidad ha vuelto a la televisión pública de España», celebró una presunta espontánea entre el público. Samantha Ballentines reforzaba el mensaje: «Tele de calidad para todas, todos y todes». Sonaron las gaitas. «Servicio público», dijo una de las reporteras.
Era difícil no pensar en el sexto capítulo de 'The Studio', donde Seth Rogen, director de un gran estudio de cine, intenta explicarle a un grupo de cirujanos que su trabajo es tan importante como el suyo…
De pronto empezó a diluviar. El Gran Desfile (iban a ser 200 metros) era ya una lucha contra los elementos: era épica. «¡Vivas y poderosas!», gritaban unas mujeres en lo que esperaban el principio de la fiesta, ya amainada la tormenta. Y después: «¡Viva Melody!». Era la tercera vez que iban a Prado del Rey, después de los dos amagos frustrados. Al lado, un hombre contaba que venía desde Miranda de Ebro… Otra vez el rótulo: «La lluvia hace todo más romántico».
El sol volvió, y empezó el desfile, que tenía ya energía de fin de fiesta: iban más de dos horas de directo... Era una maratón. La poesía no paraba: «Fiesta la que te va a dar ésta». La primera en desfilar fue Inés Hernand, autoproclamada representante de la juventud (32 años), que reivindicó el arte urbano y el artivismo. En el calendario seguía siendo 2025. Al rato, Lydia Lozano («la reina del chuminero») se midió la tensión en directo, en un contrapunto que construía el relato: un programa para jóvenes y para yayas.
Bob Pop llegó y posó como 'referencer' (reverso oficial del influencer). Los colaboradores iban disfrazados de nostalgia, que ya vuelve a molar, a tener purpurina. Hubo una carroza renovable, porque habrá divulgación científica, meteorológica y lo que surja. También charanga, flamenco, gaitas («¡Menuda cabalgaita!»)... «Nos echaron y aquí estamos, en la casa grande», celebró Chelo García-Cortés, la única que dijo lo que pensaba. Rocío Carrasco fue el plato sorpresa.
Belén Esteban y María Patiño se reservaron para el final. Llegaron en una carroza real, con vocación de realeza del pueblo. «Para nosotras es como volver a empezar», resumió Patiño. Se cerraba así un círculo berlanguiano que tal vez se abrió aquel lejano día en que Pedro Sánchez llamó a 'Sálvame' para pedir el voto.
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