casa de fieras
La sociedad de la pereza
Nos han acostumbrado a la desmotivación y eso ha derivado en un estado de ánimo que se ha convertido en depresión crónica
Más pena que gloria
Lo que preocupa de verdad a los españoles
Oscar Wilde acuñó el concepto de «pereza celta», no como una definición peyorativa sino más bien como forma de halago. Se refería el irlandés a la capacidad de las personas de mirar sin prisa, la cualidad de convertir la contemplación en un modo de vida, ... el que se emociona al observar belleza y de padecer, al toque, «una aversión artística a las palabras groseras y las palabras feas», como el mismo definió. Esta tendencia de vivir preocupado por lo que tienes delante es el concepto del 'esteticismo', la base filosófica que desarrolló en vida el genial escritor y que pretende resaltar lo extraordinario del paisaje que somos. Cuando define la procedencia celta de su pereza, Wilde se distingue de una sociedad obsesionada con el trabajo duro, las fábricas, las minas; esa revolución industrial que pintaba de hollín y carbón las caras de sus iguales. Los irlandeses tenían por aquel entonces fama de ser más bohemios, personas inclinadas a vivir parte del tiempo en su imaginación y de ser más proclives a las artes, la poesía o de tener las pretensiones alejadas del rigor industrial dominante en la decadencia victoriana. De todas las perezas posibles, la 'celta' es la mejor porque convierte una debilidad en virtud. Resalta lo bonito del mundo por muy feo que sea el resto.
Trato de averiguar cuál ha sido el tipo de pereza que se ha adueñado de la sociedad española. Es imposible que la celta sea la responsable. De todas las perezas conocidas hay algunas más graves que otras. Por ejemplo, la pereza física es una virtud cuando uno sustituye el sofá por el gimnasio. Sin embargo, es negativa cuando uno reemplaza la indignación por la aceptación ante un apagón que nos deja a oscuras. La pereza mental, la que requiere un mínimo de esfuerzo cognitivo, tampoco creo que sea la responsable del atoramiento mental que maneja la sociedad. Quizá sea cosa de la pereza emocional, aquella que pospone conversaciones difíciles entre las personas cercanas, pero tampoco me parece que se deba a las emociones. Entre la pereza social y la pereza existencial me quedo con la primera, pero luego veo las terrazas en la calle y no termino de culparla de todo este desatino. La pereza situacional tampoco es la adecuada, pues se refiere al problema de afrontar tareas que creemos complicadas, como puede ser renovarse el carné de conducir, pero que en realidad no lo son. Descartando todas las anteriores me atrevería a decir que el problema es la pereza crónica, la apatía.
En España nos han acostumbrado a la desmotivación y eso ha derivado en un estado de ánimo social que se ha convertido en depresión crónica. La traducción es que a las personas se la pela todo, por decirlo en mayores. Y lo saben. De ahí que cada semana vivamos un disparate mayor que el anterior. Quizá la solución sea volver a la pereza celta, aquella que discrepa del modo de vida que tiene el país pero que pone el foco en las cosas bellas, como hacía Oscar Wilde. Luego uno enciende TVE y ve lo que nos ofrecen y entiende, inmediatamente, que la única manera de seguir adelante es con otro Escitalopram.
Esta funcionalidad es sólo para suscriptores
Suscribete
Esta funcionalidad es sólo para suscriptores
Suscribete