EN OBSERVACIÓN
Fumata negra de ciclo combinado
Todo cónclave sanchista confirma lo de que «esto al final va a quedar en nada»
Será el papa de los Gipsy Kings
No os preocupéis, que es en toda la calle
Han colocado en el tejado de la sala que cobija al Comité para el Análisis de la Crisis de Electricidad una chimenea inspirada en la que los curas ponen en la cubierta de San Pedro para informar de los avances electivos del cónclave, pero de ... pladur y con forma de hiperboloide, para darle un aire más termoeléctrico e industrioso a la humareda sanchista. Esto va a llevar días, incluso semanas, quizá meses, dijo el camarlengo Bolaños antes de la primera reunión de los expertos reclutados por el Gobierno para esclarecer lo acontecido el otro lunes. «Llegará un tiempo en que a los hombres les será más fácil encontrar al pastor que los guíe por las tinieblas que dar con la tecla del apagón», dejó escrito Malaquías sin que nadie entendiese entonces lo que quería decir, iluminado como estaba el buen hombre por la luz interior del kit de supervivencia eterna de la revelación. Ahora es más recomendable llevar un 'walkman' y una cinta de chistes y sevillanas de Los Morancos, por si el AVE se detiene a la altura de Toledo y los hermanos Cadaval van en otro vagón. «Se han llevado el cobre», clama el ministro Puente, guardián de nuestras tierras raras. Vivimos como ucranianos, que dijo la Belmonte.
«Extra omnes», sentencia con solemnidad el maestro de ceremonias litúrgicas pontificias según cierra la puerta y suelta a los perros al comienzo del cónclave. «Traed de por ahí a una docena larga de expertos», dice también en latín el ministro de la Presidencia, Justicia, Relaciones con las Cortes, Resignificación de Basílicas, Fontanería Palaciega, Canutazos de Pasillo y V de Alemania, también encargado del rediseño de un escudo de España de cuyas columnas de Hércules, según el borrador que circula por La Moncloa, desaparece el 'Plus Ultra' para dar paso al 'Esto al final va a quedar en nada' que define al sanchismo, régimen que ha sacralizado un lema que lo mismo vale para Begoña Gómez que para el hermano del presidente, el apagón del lunes, la opa del BBVA o el pifostio de los trenes.
Lo que pasa en la Capilla Sixtina se queda en la Capilla Sixtina, y lo que sucede en un comité gubernativo, cónclave a la bolañesa, por Félix, el de los recados, es asunto exclusivo del Espíritu Santo. La mecánica –aquí de ciclo combinado, mix eléctrico para no enterarse de la misa la media– es muy sencilla: primero sale el presidente del Gobierno para advertir a la ciudadanía del riesgo que conlleva dejarse informar por vías alternativas y recomendar encarecidamente las fuentes legítimas del saber institucional, luego aparece el ministro multitarea para anunciar que la cosa puede prolongarse durante meses, y para terminar se crea un selecto colegio cardenalicio –ataviadas sus eminencias reverentísimas con mono de fontanero o electricista; el peso de la púrpura y del azul cobalto, los alicates y la llave grifa– cuyo única función consiste en materializar el mandato divino de que esto al final quede en nada. El problema no es que vaya o venga la luz, que los trenes se paren a la altura de Toledo o de Antequera, por donde sale el sol en cada apocalipsis, uno por semana, sino que estemos en manos de un mayúsculo Espíritu Santo cuyos designios son perfectamente escrutables: por el escroto se sabe de quién son los huevos.
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