tiempo recobrado
Aquel Sábado Santo
Aquel sábado fue el final de muchas cosas y el comienzo de otras nuevas
'Sic transit gloria mundi'
La incómoda verdad del marqués de Sade
La sensación más común de todos los seres humanos es que el tiempo transcurre de forma vertiginosa. Han pasado 48 años desde aquel Sábado Santo en el que el Gobierno de Adolfo Suárez tomó la iniciativa de legalizar el Partido Comunista. Recuerdo la emoción ... de Alejo García al anunciar la noticia en RNE. Su voz y sus inflexiones resuenan todavía en mi cabeza. ¿Cómo olvidar aquella fecha?
Yo estaba con unos amigos en Tañabueyes, un pueblo de media docena de habitantes de Burgos, al pie de la sierra de la Demanda, que no figuraba en los mapas. Aquel día había caído una fuerte nevada. Habíamos pasado la mañana sentados en un poyo adosado a la pared de la cocina mientras contemplábamos las llamas del fuego y el humo que salía por la chimenea.
A primera hora de la tarde, cruzamos la calle para ir a la antigua escuela, habilitada como teleclub. El televisor era un gran aparato en blanco y negro. La señal no era buena. Pero allí permanecimos dos horas y media en un absoluto silencio, instalados en los pupitres, e hipnotizados por la emisión: 'La Pasión según San Mateo' de Johann Sebastian Bach. Era una grabación de la orquesta Münchener Bach, dirigida por Karl Richter.
Aislados en el fin del mundo, envueltos en abrigos, con un silencio exterior absoluto y la nieve cayendo, era consciente de aquel momento irrepetible mientras escuchábamos los coros, las arias y los recitativos de la Pasión.
De vuelta a la casa, horas después, nos enteramos de la legalización del PCE. Estábamos tan estupefactos que ni siquiera lo celebramos. Pero sabíamos que la decisión de Suárez abría la convocatoria de unas elecciones libres y marcaba el final del franquismo. En menos de año y medio, España había dejado de ser una dictadura para convertirse en una democracia.
Allí, en aquel pueblo castellano, sumidos en la oscuridad y frente a los leños que ardían, tuve la sensación de que nada volvería a ser igual. Aquel sábado fue el final de muchas cosas y el comienzo de otras nuevas. A la mañana siguiente, cogimos el autobús y volvimos a Burgos. Parecía que estábamos despertando de un sueño.
Siento la tentación de creer que todo lo que me ha sucedido en estos 48 años tiene una lógica aplastante y que mi destino ya estaba escrito aquellos días. Pero no es cierto. Nada era previsible. Ni lo que pasó después en este país ni cómo transcurrió mi vida.
Lo único que no ha cambiado es la música de Bach. Eterna, grandiosa y conmovedora, la Pasión sigue despertando los mismos sentimientos que entonces. Incluso va creciendo cada vez que descubro nuevos matices. Desencantado por la marcha del país, por el cainismo de nuestra política y el sectarismo de los partidos, me queda el consuelo de escuchar a Bach. No es poco a las puertas de esa larga y oscura noche que es la vejez.
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